lunes, 9 de julio de 2018

¿ Miedo a predicar la verdad sobre la REALIDAD DEL INFIERNO porque la gente se asusta ? ¿ Dios es solo AMOR por tanto el INFIERNO NO EXISTE ? En estos tiempos de confusión estamos amputando el mensaje que Cristo trajo al mundo, a pesar de los esfuerzos que el papa Francisco está haciendo en sus homilías. Presentamos su atractivo mensaje de salvación, pero no las consecuencias de no corresponderle. Y así dejamos la puerta abierta para el crecimiento de herejías, que se oyen en la Iglesia regularmente, de que Dios es tan misericordioso que no condenará a nadie al infierno, o que si bien el infierno existe, está vacío porque Dios es todo amor

El anuncio positivo de la Buena Nueva de que Cristo, por su sacrificio, ganó la redención para el mundo entero, tiene una parte regular en la predicación contemporánea. Pero también hay terribles consecuencias al descuidar el ofrecimiento de Jesús. Y sin embargo, rara vez esta parte fundamental del mensaje del Nuevo Testamento es escuchado en la Iglesia contemporánea. ¿Por qué tenemos tanto miedo de hablar sobre el infierno a pesar que el Papa Francisco insiste con esto en sus homilías?
Algunas reacciones comunes son:
“Nuestra religión es una religión de amor, no de miedo.”
“La gente ya tiene una imagen mala, y esto podría hacer que se sientan peor”
“El miedo del infierno es un motivo indigno para ser cristiano”
“No deberíamos estar tratando de asustar a la gente para ser buena”

EL RIESGO DE QUE EL OFRECIMIENTO DE JESÚS SEA UNO MÁS

Cuando se enseña sólo la oferta positiva de la salvación y la predicación, y no se dice nada acerca de las consecuencias de no responder a esta increíble oferta de misericordia, es muy fácil ver la llamada a la nueva evangelización como un “accesorio”, bueno, pero no realmente necesario.
Después de décadas de silencio sobre las consecuencias de no responder a la misericordia de Dios para una vida de fe, una visión del mundo ajena ha colonizado las mentes de un gran número de nuestros hermanos católicos, que supone que casi todo el mundo va a ser salvado, excepto tal vez unos pocos asesinos de masas muy notorios.
Pero, por supuesto, el asesinato es sólo una de toda una serie de graves pecados que, sin arrepentimiento, excluirá a la gente del Reino de Dios:
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No os dejéis engañar: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los pervertidos sexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:9-10).
Esto no es un texto aislado, listas similares de pecados que excluyen a la gente del cielo se encuentran en Gálatas 5:13, 19-21, Efesios 5:5-6, Apocalipsis 22:14-15 – y muchos otros lugares también.
Jesús es particularmente enfático en la necesidad absoluta de apartarse del pecado grave si queremos entrar en el Reino:
“Y si tu ojo te fuere ocasión de pecado, sácalo y échalo fuera ti; porque es mejor entrar en la vida con un solo ojo, que teniendo dos ojos seas echado en el infierno de fuego” (Mateo 18:09).
Él nos dice claramente que no hay que temer a los que matan el cuerpo, sino temer al castigo eterno por el pecado sin arrepentimiento en el infierno (Lucas 12:4-5).

LUCHANDO CONTRA LA INCREDULIDAD

No se trata sólo de una amplia gama de inmoralidad impenitente que excluye a las personas del Reino, sino tal vez el pecado más grave de todos, la incredulidad:
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que cree en él no es condenado, pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:16-18).
El padre Francis Martin, en uno de sus ensayos bíblicos / teológicos, llama al no creer en la revelación de Jesús “la raíz del pecado del mundo”.
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que debe soportar la ira de Dios” (Juan 3:36).

JESÚS PENSABA QUE ERA IMPORTANTE COMUNICAR LAS CONSECUENCIAS DE NO ACEPTAR SU LLAMADO

Hay literalmente docenas de pasajes del Nuevo Testamento que hablan de las consecuencias eternas de no arrepentirse, de no creer, de no vivir una vida de obediencia como un discípulo de Jesús.
Es evidente que Jesús y los apóstoles pensaron que era importante que las consecuencias negativas de la falta de respuesta al pensamiento, palabra y obra del mensaje de salvación se comunicaran claramente a sus oyentes.
Jesús sabía lo que había en los corazones de los seres humanos, y sabía que el miedo al infierno, aunque no es el punto final de la vida cristiana, es un muy buen comienzo si motiva el arrepentimiento.

EL TEMOR AL INFIERNO ES UNA ETAPA EN NUESTRA PURIFICACIÓN

Y mientras “el perfecto amor echa fuera el temor” de la pena y del Día del Juicio (1 Juan 4:17-18), la sabiduría espiritual de la Iglesia deja claro que no podemos ir al final del viaje sin un buen comienzo y trabajar pacientemente en cada etapa de purificación y limpieza.
Santa Catalina de Siena señala como la forma en la etapa inicial del viaje se caracteriza por un miedo muy útil del infierno, un “temor servil”, como ella dice, que más tarde se traslada a lo que ella llama “amor mercenario” y, por último, a “el amor perfecto.” Usted no salta al amor perfecto, sin un buen comienzo.
San Juan de la Cruz supone que antes de que la gente esté realmente lista para emprender el viaje espiritual ha sido profundamente impresionado por la brevedad de la vida, la estrechez de la carretera que conduce a la vida (Mateo 7:14), el rigor de la sentencia, cómo “el justo con dificultad se salva” (1 Pedro 4:18), cómo “la perdición es muy fácil y muy difícil la salvación” y la necesidad de un profundo arrepentimiento del pecado y la entrega incondicional a Dios (El Cántico Espiritual, estrofa 1, 1).
San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales, reconoce que la motivación más importante para servir a Dios es puro amor, pero también cita la útil función de “temor servil” en el camino espiritual, como también lo hace San Francisco de Sales:
“También debemos alabar fuertemente el temor a su majestad divina. Porque no sólo es el temor filial algo muy piadoso y santo, sino también lo es el temor servil.” (370).
Si vamos a tener una Iglesia fuerte y una evangelización dinámica, tenemos que transmitir a todo el mundo todo lo que Jesús y los apóstoles nos han encomendado transmitir, incluyendo las consecuencias de no creer y obedecer.
No tenemos que tener miedo de que la gente tenga miedo del infierno. Es un excelente comienzo para el viaje espiritual – y sigue siendo de valor, incluso a medida que avanza la vida espiritual.

Origen del Poder y sentido Profético del Gran Patriarca San Jose custodio de Jesús y María "...José se (ha) convirtió en el remedio universal del hambre que azotó a toda la tierra. Y (es que) san José es el remedio de todos los males que acosan a la Iglesia y a todos sus fieles. Pues bien, a San José el Padre del cielo le ha hecho Custodio de su Hijo y de su Madre. Le ha dado poder para remediar todas las necesidades de alma y de cuerpo. Le ha constituido Patrono y Custodio de toda la Iglesia. José mandaba en todo Egipto, San José manda en toda la Iglesia. “Delante del excelso Patriarca san José doblen todos los fieles la rodilla, y sepan todos a que ha puesto el Omnipotente bajo su tutela y patrocinio toda la Iglesia católica” (B Papa Pío IX)..."

      El nombre de José nos traslada mentalmente por instinto al José, hijo del Patriarca Jacob, el de Egipto, el once de doce hermanos, cuya encantadora historia, tierna y ejemplarizante, nos describe deliciosamente el autor del libro del Génesis.

            Loa autores, devotos de san José, afirman que el nombre le fue impuesto por inspiración divina, como el de san Juan Bautista, Y, dada la misión sublime y única a la que el Padre del cielo le predestinó, se ve como lo más normal. Dios cambió el nombre de Abran por el de Abraham, cuando le hizo padre de pueblos numerosos. Jesús cambió el nombre de Simón por el de Pedro, al apóstol a quien constituyó piedra y fundamento de su Iglesia.

            Es una constante entre los exegetas, autores y predicadores josefinos ver en el José del antiguo Testamento un tipo o símbolo del José del nuevo. Hay un tipismo o simbolismo querido y llevado a cabo por el Espíritu Santo. Así Melquisedec es tipo de Cristo sacerdote para siempre (Heb 7,1-3). Hay otros simbolismos o tipismos vistos en la Biblia por los estudiosos y lectores de la misma, leída desde el Espíritu Santo. En una lectura sencilla y asidua de la Palabra de Dios han descubierto las semejanzas entre hecho y personas del antiguo y del nuevo Testamento, a veces llevando los simbolismos a atrevimientos llamativos. San Juan de la Cruz ve un simbolismo del diablo, por la estructura y armazón de sus escamas, en el Leviatán, animal que describe magistralmente el libro de Job 41,6-7.

            A este género de simbolismo pertenece el de José de Egipto como tipo de san José, siempre al hilo de lo que dice el texto sagrado, según el cual hay semejanzas claras y notables, intuidas ya por san Mateo.
            Así vemos que José es tipo de San José en el aspecto onírico. Si al José del Egipto se le manifiestan determinados aspectos de su vida en visiones nocturnas, a san José se le revela el Señor en sueños.
            Otra semejanza más clara es la de las bendiciones con que su padre Jacob bendijo a su hijo José, la más larga de todas con las que bendice a sus hijos. En el Dios de tu padre hallarás tu socorro. En EL-Sadai que te bendice: bendiciones del cielo arriba, bendiciones del abismo abajo, bendiciones de pechos y senos maternos, bendiciones de espigas y de flores, bendiciones de montes divinos, delicias de los collados eternos. Que caigan sobre la cabeza de José, sobre la frente del elegido entre sus hermanos (Gen 49,25-26; cfr Dt 33,13-17)

            Estas bendiciones se pueden entender proféticamente de san José. ¿Quién ha recibido más que él de lo mejor que jamás haya producido la tierra con el favor y gracia de Dios y de lo mejor que ha descendido del cielo por obra del Señor? Las bendiciones que ha recibido en su santísima esposa y en su divino Hijo que sobrepasan infinitamente todo lo mejor del cielo y de la tierra, son realmente inauditas y las recibió por ser constituido señor de su casa y príncipe de todas su herencia (Sal 104,21), al hacerle el Padre Custodio de los dos mejores tesoros que tiene, Jesús y María. El figurado, San José, excede inmensamente en bendiciones a la Figura, el José d Egipto.

            Otro aspecto en el que José es tipo y figura de San José es el del poder que le otorgó el Faraón. “Tú estarás al frente de mi casa y de tu boca dependerá todo mi pueblo. Tan solo el trono dejaré por encima de ti” Y en señal de este poder, “se quitó el anillo de la mano y lo puso en la mano de José, le hizo vestir ropas de lino fino y le puso el collar de oro al cuello” (Gen 41,39-40.42). Por encima de él solo estaba el Faraón. Y en los años de abundancia llenó los graneros de trigo. Vinieron los años de las vacas flacas y “toda la tierra de Egipto sintió también hambre y el pueblo clamó a Faraón pidiendo pan. Y este, que había confiado todo su gobierno a la discreción de José, a todos respondía: Id a José y haced lo que él os diga. (Gen 41,55). Y José, abriendo sus graneros repletos de trigo, a todos despedía alegres y contentos. Esta es, in duda, una de las frases del relato del José del A, Testamento más repetidamente aplicadas a san José por los autores josefinos. José se convirtió en el remedio universal del hambre que azotó a toda la tierra. Y san José es el remedio de todos los males que acosan a la Iglesia y a todos sus fieles

            Pues bien, a San José el Padre del cielo le ha hecho Custodio de su Hijo y de su Madre. Le ha dado poder para remediar todas las necesidades de alma y de cuerpo. Le ha constituido Patrono y Custodio de toda la Iglesia. José mandaba en todo Egipto, San José manda en toda la Iglesia. “Delante del excelso Patriarca san José doblen todos los fieles la rodilla, y sepan todos a que ha puesto el Omnipotente bajo su tutela y patrocinio toda la Iglesia católica” (B Papa Pío IX) 

Jesús toma sus peticiones y plegarias como mandatos de su padre y hace cuánto le pide. Si José dio el pan guardado a los egipcios para saciar su hambre, San José nos ha conservado, con su custodia y dedicación a Jesús y María, el Pan de vida que comunica la gracia y da la salvación. Podemos imaginarnos a San José sentado en su trono de gloria a la izquierda de Jesús y oír la voz del Padre del cielo que por boca de su Vicario en la tierra nos dice. Id a José y haced lo que él os diga

            Y lo que nos pide san José es que amemos a Jesús con todo el corazón y con toda el alma, como él le amó, que rechacemos todo pecado y ofensa de Dios, que vivamos las virtudes evangélicas y sencillas, pero fuertes, que él vivió, que nos revistamos de Jesucristo, y, aunque pecadores, que acudamos a él con toda confianza y amor, y entonces jamás nos despedirá con las manos vacías, nos recibirá como cariñoso Padre, con el mismo amor con que cuidó de Jesús y María y mirará por nuestro bien y provecho; nos ayudará en todos los momentos de la vida, especialmente en los más difíciles y sobre en la hora de la muerte. Es especial patrono para esa hora postrera. Id a José y haced lo que él os diga.


P. Román Llamas, ocd