lunes, 9 de agosto de 2010

JESÚS dijo: "....No he venido por los justos ni por los sanos, sino por los enfermos y pecadores..."




LO REVELA JOSEPH PEARCE EN UNA BIOGRAFÍA

Esta obra propone una revisión de la vida de un autor aclamado por muchos como un liberador sexual progresista.

Oscar Wilde vivió los últimos años de su vida como un paria. Tras pasar dos años en la cárcel de Reading, la sociedad puritana que había reído sus gracias le dio totalmente la espalda. Acosado y sin apenas amigos, Wilde se retiró a París. Allí murió en una buhardilla, enfermo y acosado por las deudas. La suya habría sido la muerte de un infeliz de no ser porque poco antes de expirar le administraron el bautismo y la unción de los enfermos. La pregunta que surge ante semejante decisión es clara: ¿Tuvo ese último acto algo que ver con su vida?
Hace algún tiempo apareció en castellano el libro de Joseph Pearce titulado «Oscar Wilde, la verdad sin máscaras» (Ciudadela Libros). Esta obra propone una revisión de la vida de un autor aclamado por muchos como un liberador sexual progresista. No se cuestiona la homosexualidad del gran escritor inglés, ni sus promiscuas relaciones. Lo que Pearce hace es desvelar al hombre que se oculta tras el icono de Wilde y mostrar sus verdaderas aspiraciones y deseos. Wilde, desde los primeros años de su vida, percibió que en el catolicismo había una belleza que no podía equipararse con ninguna otra del mundo. Sin embargo, luchó por resistirse al atractivo de la que llamaba la «Gran Ramera». Durante años le pudo su «dandismo», su hablar afectado y su deseo de éxito entre la alta sociedad londinense. Mientras su corazón se carcomía, el mundo aplaudía sus aforismos y se escandalizaba por sus atuendos extravagantes. El cinismo superficial del autor estuvo a punto de destruir su profunda conciencia interior. Acostumbrado a vivir con la máscara puesta, Wilde sólo llegó a conocer la verdad de su vida cuando unos desgraciados incidentes lo llevaron a la cárcel. Con la sospecha de pervertir a menores y de práctica homosexual, fue condenado a dos años de trabajos forzados. Y fue allí se reencontró con Jesucristo.

En los últimos años de su vida llegó a decir: «¿Quiere saber mi secreto? Se lo diré he encontrado mi alma. Estaba feliz en prisión porque encontré mi alma». En la cárcel, Oscar Wilde leía los Evangelios en griego. Y señaló al respecto: «Es una manera deliciosa de comenzar la jornada (…) Las infinitas repeticiones a todas horas han marchitado para nosotros la frescura y el encanto poético de los Evangelios». La lectura de los Evangelios y la experiencia del sufrimiento desmoronaron su falsa fachada. En obras como «De Profundis», una carta amarga dirigida a Alfred Douglas (el amante que arruinó su vida), o «La Balada de Reading», el niño prodigio del decadentismo inglés encuentra un camino de redención y comprende que la verdad del arte está en Cristo.

Para Wilde, el camino de la decadencia acabó en el de la cruz. «Todos estamos en la cloaca - dice lord Darlington en «El Abanico de lady Windermere» -, pero algunos miramos hacia las estrellas». Por eso, como señala Pearce, «buscar a Wilde en la cloaca, sea para revolcarse con él en el fango o para señalarle con el dedo del desprecio farisaico, es no entenderlo. Aquellos que deseen conocer con mayor profundidad a este hombre tan enigmático no deberían mirarle a él en la cloaca, sino mirar con él hacia las estrellas».
David Amado/ReL

LA ESCRITORA DE LOS VAMPIROS COMIENZA A TRABAJAR "SOLO PARA CRISTO"



ANNE RICE, AUTORA DE «ENTREVISTA CON EL VAMPIRO»


Llegó al cénit de la popularidad cuando su novela «Entrevista con el vampiro» fue adaptada al cine con Tom Cruise, Brad Pitt y Antonio Banderas.

Es una de las autoras más prolíficas del panorama cultural inglés. Su fuerte es la temática gótica, el ocultismo, la novela de la angustia y el terror. Anne Rice, considerada como la reina de este género desde los años 70, llegó al cénit de la popularidad cuando su novela «Entrevista con el vampiro» fue adaptada al cine. Tom Cruise, Brad Pitt y Antonio Banderas, entre otros, se encargaron de extender su nombre por las carteleras de todo el mundo. Sin embargo, la escritora británica que más ha escrito sobre monstruos chupa sangre - 25 libros en 25 años -, ha dado un giro de 180 grados y ha pasado a escribir sobre aquel «que derramó la sangre por nosotros». «Ahora sólo quiero escribir para y sobre Cristo», afirma una reconvertida Rice. Y lo está cumpliendo: con «Cristo, el Señor. Fuera de Egipto» (Vintage International) ha inaugurado una trilogía de novelas sobre la vida de Jesús de Nazaret, narrada en primera persona y sin pretensiones de ser como otras supuestas biografías. «Si escribo la vida de Cristo como quiero hacerlo, habré creado un nuevo tipo de ficción. No será como ninguna otra. Estará dentro de un mundo en el que la redención estará incluida».

Erotismo y arrogancia.
Unas intenciones que resultan más sorprendentes si se sabe que Anne Rice se alejó de la fe católica a los 18 años, antes del Concilio Vaticano II, porque «estaba muy confundida, vivía en crisis y quería conocer el mundo moderno y explorar millones de cosas», según reconoce. Por eso ingresó en una universidad secular, dejó de ir a misa y ni siquiera tuvo noticias «de que iba a haber un gran concilio que cambiaría todo». Desde ese momento se dedicó a una literatura que mezclaba el terror con el erotismo homosexual, el misterio con el ocultismo, la seducción con la muerte. «Los vampiros fueron para mí el símbolo de la persona luchando por encontrar sentido a la vida», comenta, «una persona que está lejos de Dios y no puede encontrarle».

Aunque ella no gustaba de la vida nocturna y menos aún de beber sangre humana, en sus obras había algo de autobiográfico. «Mis libros trataban sobre almas perdidas», asegura, pues «yo misma fui un alma perdida durante mucho tiempo». Pero el éxito la empujaba a seguir escribiendo sobre sangre y muerte. «Cuanto más leía mis narraciones, más buscaba respuestas a las preguntas que me hacía», afirma Rice. «Comencé a sentirme insegura como atea, pensé que era un punto de vista arrogante, egocéntrico, absurdo». Y entonces ocurrió el cambio.

«Cuando me encontré creyendo en Dios y casi hablando con Él quise regresar a mi Iglesia. Regresar fue el mayor deseo, y me di cuenta de que creía en que la comunión era el Cuerpo y la Sangre de Cristo». Más tarde se acercó al sacramento de la confesión, regresó a la parroquia de su infancia y descubrió la Iglesia tras el Vaticano II: «Las personas ya no son islas dentro del templo», afirma. Se casó de nuevo por el rito católico, y a los dos días sufrió un coma diabético del que salió perfectamente y que reforzó su fe. Hoy, la autora del ocultismo es meridianamente clara: «Ya no estoy en tinieblas y soy feliz porque regresé a Cristo y a la Iglesia».
José Antonio Méndez/ReL
Fuente: Blog del hermano José .......  http://www.hermano-jose.blogspot.com/

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