sábado, 26 de septiembre de 2015

En una ocasión la escritora conversa María Vallejo-Nágera entrevistó al Padre Gabriel Amorth (Exorcista Oficial del Vaticano) para un programa de televisión en España. Las revelaciones en cuanto a la Virgen María son maravillosas y sorprendentes: «¿Y eso por qué? Porque se siente profundamente humillado. El saberse obligado a hincar la rodilla ante una mujer, la Madre de Cristo... ¡Ah! No puede con eso. Las oraciones a la Virgen durante un exorcismo son extraordinariamente poderosas a mi favor... También ocurre con las reliquias que han pertenecido a algunos santos. Yo suelo utilizarlas con mucha frecuencia, porque no las puede soportar. Suele salir despavorido por la misma razón: la humillación de la obediencia a la que le obliga Nuestro Señor, que le induce a doblegarse ante un ser humano, no ante un ángel o ante Dios mismo: ante un ser humano que ha sido santo»


Exocismos - Demonios - Satanás


No pudiendo matarnos, tratan de hacernos sus secuaces. Su acción ordinaria es la tentación; la extraordinaria sólo ocurre en determinados casos, aunque va en notable aumento.

Dice el Apóstol san Juan que «el mundo entero yace bajo el poder del Maligno» (I Jn 5, 19). Luego entonces, el demonio es poderoso. Pero, ¿qué tanto?

El padre Gabriel Amorth, exorcista de la diócesis de Roma, explica: «Dios jamás reniega de sus criaturas. Por ello también Satanás y los ángeles rebeldes, aun cuando apartados de Dios, continúan conservando su poder, su rango (Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades...), aunque es para el mal». No es que el Señor quiera que usen su poder para el mal, sino que ellos, porque libremente lo decidieron así, lo emplean de esa manera y de ninguna otra.

¿CONTRA QUIÉN?

El pleito de Satanás y demás ángeles rebeldes es con Dios; es a Él a quien rechazaron, a quien le dieron como respuesta un «no» absoluto e irreversible. Pero como contra Él nada pueden, al ser expulsados del Cielo (cfr. Ap 12, 7-9) se han dedicado a hacer la guerra contra «sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús» (Ap 12, 17).

Dice el padre Amorth que «no exagera san Agustín cuando afirma que si Satanás tuviese de Dios mano libre ‘ninguno de nosotros quedaría con vida’. No pudiendo matarnos, trata de hacernos sus secuaces».

ACCIÓN ORDINARIA

El modo ordinario de intervención demoniaca en la vida de los hombres es por medio de la tentación. Tan es así que en el Nuevo Testamento se le llama «el Tentador», como nombre propio (cfr. Mt 4, 3; I Tes 3, 5).

Esta acción va dirigida a toda persona humana a fin de hacerla pecar y alcanzar la condenación eterna.

Ha precisado el padre Hugo Valdemar, vocero de la arquidiócesis de México, que «los diputados y gobernantes se han vuelto un instrumento del Maligno al aprobar leyes que generan el desorden moral y lesionan a la sociedad (…) La denigración de la dignidad humana es manifestación de la presencia del Maligno, que se ve reflejado en leyes como el aborto y las uniones entre personas del mismo sexo».

ACCIÓN EXTRAORDINARIA

La acción extraordinaria del demonio, enseña el padre Amorth, Dios se la consiente «sólo en determinados casos». El presbítero italiano la clasifica en cinco modalidades:

1) SUFRIMIENTOS FÍSICOS:

Aquí se incluyen las experiencias desagradables que padecieron tantos santos, tales como ser literalmente flagelados, empujados o golpeados por demonios. «En estos casos nunca ha existido la influencia interna del demonio en las personas golpeadas y nunca ha habido necesidad de exorcismos».

2) POSESIÓN DIABÓLICA:

Es cuando uno o varios demonios toman el control del cuerpo (no del alma) de una persona haciéndola comportarse o hablar como él o ellos quieren, sin que la víctima se pueda resistir y, por tanto, sin tener responsabilidad moral. Es aquí donde se pueden advertir fenómenos espectaculares que ponen en evidencia el poder de los ángeles caídos: fuerza excepcional, hablar idiomas que el poseso nunca aprendió, revelar cosas ocultas, levitar, materializar objetos que «salen» de la boca de la víctima (clavos, alambres), etc.

3) VEJACIÓN DIABÓLICA:

Se trata de disturbios, enfermedades y otros males físicos de origen demoniaco. El Evangelio narra cómo Jesús sanó a un mudo (Lc 11, 14) y a una mujer encorvada (Lc 13, 10-16), ambos enfermos no por causas naturales sino por una clara vejación de origen demoniaco. Todas las desgracias de Job tuvieron igualmente este origen.

El padre Gabriele Nanni, de la diócesis de Roma, cuenta: «Recuerdo el caso de una joven... que tenía sufrimientos tan dolorosos en el intestino que era como si tuviera adentro trozos de vidrio que la cortaban. El demonio le impedía comer, ella deseaba ingerir alimentos pero inmediatamente devolvía todo; llegó un momento en que sólo lograba comer pan y beber agua, y al final ni siquiera eso».

4) OBSESIÓN DIABÓLICA:

«Son repentinos asaltos, tal vez continuos, de pensamientos obsesivos, y probablemente también racionalmente absurdos, pero a tal grado que la víctima no logra liberarse de ellos», define el padre Amorth.

5) INFESTACIÓN DIABÓLICA:

En ese caso la acción o presencia demoniaca se manifiesta en lugares (casas, oficinas, tiendas), objetos (autos, almohadas, muñecas) y animales.

¿MUCHOS O POCOS CASOS?

Cuando el padre Amorth habla de que «sólo en determinados casos» Dios permite que Satanás y sus demonios actúen de forma extraordinaria, no significa sin embargo que sea algo rarísimo; lo que sí afirma él y todos los exorcistas del mundo es que las verdaderas posesiones sí son escasas. En cambio, el padre Gabriel está de acuerdo con el exorcista francés Tonquédec, que afirmaba: «Hay un gran número de infelices que, aun cuando no presentan signos de posesión diabólica, recurren al ministerio del exorcista para que los libere de sus padecimientos: enfermedades crónicas, adversidades, desgracias de toda especie. Los endemoniados son muy raros, pero de estos infelices hay legiones».





Dice el presbítero Pedro Pantoja, exorcista de la arquidiócesis de México, que la mayoría de las víctimas fueron presa del demonio «por andar incursionando en lo que está de moda: esto de la new age, todo lo que es adivinación, astrología, espiritismo y todas las prácticas que se derivan de ahí. Es una manera de abrir las puertas al diablo, que siendo un pobre diablo se siente con poder al ver que hay personas que incursionan en sus terrenos».

Pero si de verdadera posesión se trata, explica el padre Amorth, «la mayor parte de la gente queda poseída después de haber participado en misas negras o ritos satánicos».

Ésta es la advertencia de otro exorcista, el sacerdote José Antonio Fortea, de la arquidiócesis de Madrid: «La ouija es una puerta abierta por la que el mundo demoníaco puede pegarse a nosotros, sin necesidad de llegar a poseer. Muchos saben que se sienten presencias en la habitación, aunque sea otro lugar donde se hizo espiritismo. Pero lo peor de todo, lo verdaderamente demoníaco es la santería afrocubana. Nunca, jamás, vaya nadie a un santero. La magia blanca, los conjuros, los hechizos también abren puertas para que el que los hace quede poseído».

Sin embargo, dice el padre Gabriel Amorth que en la causa más frecuente de los diversos trastornos de origen satánico «la víctima es inocente de culpa alguna», ya que la mayoría de los casos tuvieron su origen en un maleficio, usualmente bajo un hechizo. En tal caso el pecado es de quien lo hizo y de quien lo ordenó hacer.

Es un sinsentido que alguien que dice que cree en Cristo realice prácticas mágicas, adivinatorias o satánicas; pero, según reporta el padre Francisco López Sedano, M.Sp.S., coordinador emérito de los exorcistas de la arquidiócesis de México, en el país el 80% de los que se dicen cristianos —ya sean católicos o protestantes— practican o hacen que les practiquen limpias, lectura de cartas o de la mano, consulta de los horóscopos y otros modos de adivinación, uso de amuletos y talismanes (como cadenas de ajos en los negocios, o ropa interior roja y borregos detrás de la puerta en año nuevo, etc.), e infinidad de supersticiones.

«El Señor Jesús lo destruirá con el aliento de su boca» (II Tes 2, 8)


Por Diana R. García B.

Por mucho que el poder de Satanás nos apantalle, es nada frente al poder absoluto de Dios. Las Sagradas Escrituras anuncian que «el Señor Jesús lo destruirá con el aliento de su boca» (II Tes 2, 8), es decir, sin la menor fatiga divina, sin el más pequeño esfuerzo; tan sutilmente como con una tranquila espiración.

¿TEMOR AL DIABLO?

Quien vive en amistad con Dios, es decir, en estado de gracia, no tiene por qué temer a los ángeles caídos; por el contrario, son éstos los que han de temer a los amigos de Dios.

A santa Teresa de Ávila alguna vez la asaltaban y asustaban los demonios; pero cuando comprendió lo que significaba ser hija del Altísimo, las cosas cambiaron. Escribe la santa:

«Si este Señor [Jesucristo] es tan potente, como sé y veo; si los demonios no son sino sus esclavos, como la fe no me permite dudar, ¿qué mal me pueden hacer si yo soy la sierva de este Rey y Señor? Más aún, por qué no sentirme tan fuerte que puedo afrontar al Infierno entero? Tomaba en mano una cruz y me parecía que Dios me infundía valor. En breve espacio de tiempo me sentí tan transformada que no hubiera tenido temor de descender, luchar con todos y gritarles: ‘Vengan, vengan ahora, que siendo yo la sierva del Señor, quiero ver qué pueden hacerme’.

«Y parece que de verdad me temían porque permanecí tranquila. A partir de entonces aquellas angustias no me atormentaron más, ni tuve miedo a los demonios, y tan es así que cuando se me aparecían no sólo no tenía miedo, sino que me parece que ellos lo tenían de mí».


BATALLA CONSTANTE

Sin embargo los demonios, aunque parcialmente derrotados, continuaron tratando de «trabajar» contra santa Teresa, del mismo modo que siempre están y estarán tratando de «trabajar» contra toda persona humana, pues, como advierte san Pablo, «nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal» (Ef 6, 12).

Contra Dios no tienen nada que hacer, pero contra nosotros sí. Si frente al Señor son nada, frente a nosotros sus poderes son ciertamente superiores, y nuestras propias fuerzas y armas, inútiles. De ahí la urgente recomendación: «Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio» (Ef 6, 11). Pues sólo con los medios que Dios ha dado a su Iglesia se «podrán apagar todas las flechas encendidas del Maligno» (Ef 6, 16).

La vida de la gracia es y será siempre la mejor cura y prevención contra los poderes del infierno, se trate de la simple tentación o de algo peor. Quien ora diariamente, frecuenta los sacramentos y los sacramentales, y confía plenamente en la Misericordia del Señor, está bajo su protección y no tiene nada que temer: Dios jamás abandona a un hijo fiel.

«El demonio es un ser poco temible.... Si ahora mismo se me apareciera aquí, o en la soledad de mi habitación, Satán, el más poderoso de los demonios, yo sólo tendría que decir ‘Jesús’ lleno de fe; el demonio no puede resistir esa palabra. Mucha gente me ha dicho después de salir de una sesión de exorcismo que al principio tenía mucho miedo; pero después que se ve que el demonio está ahí retorciéndose y aullando, y que es él el que está siendo torturado por las oraciones, se pasa el miedo y uno se dice: ‘¿Éste es el demonio? Es verdad: es bien poca cosa’. Así que yo a todos les animaría a no tener ningún miedo».
P. José Antonio Fortea

«La centralidad de Cristo nos dice que sólo en su Nombre podemos ser salvados. Y sólo en su Nombre podemos vencer y librarnos del enemigo de la salvación: Satanás.
A la conclusión de los exorcismos, cuando se trata de casos muy serios, los de la posesión diabólica total, suelo recitar el himno cristológico de la Carta a los Filipenses (2, 6-11). Cuando llego a las palabras ‘para que al Nombre de Jesús toda rodilla se doble en los Cielos, en la Tierra y en los abismos’, me arrodillo yo, se arrodillan los presentes y, siempre, el poseído también se ve obligado a arrodillarse. Es un momento impresionante y sugestivo».

P. Gabriel Amorth





En una ocasión la escritora conversa María Vallejo-Nágera entrevistó al presbítero Gabriel Amorth para un programa de televisión en España. Las revelaciones en cuanto a la Virgen María son maravillosas y sorprendentes:

«— Otra cosa incomprensible es cómo puede comulgar un poseído y que no se dé su liberación, siendo como es la Sagrada Forma, el Cuerpo vivo de Cristo. ¿Acaso no nos ha dicho la Iglesia que el demonio huye de Cristo como de la peste?

«—Es cierto. No se aleja el demonio cuando la persona comulga. Se queda ahí quieto, aunque supongo que tremendamente incómodo. A veces, durante un exorcismo, coloco sobre la cabeza del poseído una Forma consagrada y pregunto: ‘¿Sabes lo que tienes ahí?’. Y contesta: ‘Sí, está Él’, y ni se inmuta. Sin embargo, he descubierto algo curiosísimo: el demonio se descontrola en rabia desesperada cuando coloco algo que refleja la presencia de la Virgen, como un escapulario, o si rezo oraciones de la Virgen. ¡A María le tiene un odio impresionante! Entonces sí se revuelve, no lo puede soportar. ¡Huye como de la peste!

«— ¿Y eso por qué?

«—Porque se siente profundamente humillado. El saberse obligado a hincar la rodilla ante una mujer, la Madre de Cristo... ¡Ah! No puede con eso. Las oraciones a la Virgen durante un exorcismo son extraordinariamente poderosas a mi favor... También ocurre con las reliquias que han pertenecido a algunos santos. Yo suelo utilizarlas con mucha frecuencia, porque no las puede soportar. Suele salir despavorido por la misma razón: la humillación de la obediencia a la que le obliga Nuestro Señor, que le induce a doblegarse ante un ser humano, no ante un ángel o ante Dios mismo: ante un ser humano que ha sido santo».

Por su parte, el presbítero Gabriel Nanni, de visita en la nación mexicana durante un encuentro internacional de exorcistas, ha dicho que «México tiene una generala, una capitana que les protege». Mencionó que le ha tocado presenciar casos en los que la Virgen de Guadalupe aparece e intercede; por ejemplo, el de una joven poseída a causa de un rito de santería: «Invoqué a la Virgen con el ‘Dios te salve’, y ocurrió algo diferente de otros exorcismos. Ella, la Virgen de Guadalupe, se puso como intercesora, como exorcista, y liberó a esa persona del demonio que llevaba dentro. Todos los presentes sentimos la lucha que ahí se estaba librando». Pero «no importa cuán fuerte sea la fuerza del mal, la Virgen de Guadalupe tiene un poder mucho más grande».


¿Cómo saber si hay algo maligno?

Suelen confundirse los desórdenes psiquiátricos y las influencias demoniacas. Sólo cuando hay manifestaciones preternaturales se puede estar bien seguro del origen maligno, como cuando el padre Fortea le preguntó a la madre de una posesa: «¿Por qué cuando su hija comenzó con su problema no la llevó al psiquiatra?». Ella contestó: «Porque yo estaba un día rezando el Rosario, mi hija entró en trance y de pronto un pesado sillón comenzó a elevarse en el aire». En los casos confusos hay que intensificar las prácticas cristianas; si hay mejora, el problema pudo ser de origen maligno; si no, es mental.

ALGUNAS ACLARACIONES PRÁCTICAS

La palabra exorcismo viene del latín exorcísmus, que a su vez se deriva del griego exorkismòs, muy ligado al termino exorkízein, que significa «evitar», «hacer salir de».

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: «Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del Maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (cfr. Mc 1,25 ss), de Él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar» (n. 1673).

Para fines prácticos, se habla de «exorcismo mayor» cuando cumple la definición dada por el Catecismo. Debe ser realizado por los obispos, puesto que son los legítimos sucesores de los Apóstoles, y es a ellos a quienes Cristo dio el poder y la obligación de expulsar demonios. Si por alguna razón estuvieran realmente impedidos de hacerlo, tienen la obligación de delegar esta función a por lo menos un presbítero por diócesis.

El «exorcismo mayor» se hace mediante el uso del Ritual Romano —el del año 1614 o el de 1998, según lo decida el exorcista—, y requiere, si es que no lo realiza el obispo, su permiso expreso caso por caso.

En cambio, el «exorcismo menor» tiene lugar cuando el rito para expulsar al demonio se da a través de la oración privada, y en este sentido todo presbítero y también todo diácono, en cuanto que participan del sacerdocio ministerial de Cristo, pueden realizarlo. Aquí es posible emplear tanto oraciones deprecativas (súplicas a Dios para que libere a la víctima) o imperativas (órdenes al espíritu maligno para que se vaya), las cuales pueden ser espontáneas o escritas.

Hay una tercera modalidad de oración contra los espíritus malignos, la «oración de liberación». Este tipo de plegarias las puede realizar cualquier bautizado en virtud de que su eficacia radica en el sacerdocio común que recibió a través del Bautismo. Las oraciones son más bien de súplica a Dios para ser liberado uno mismo u otra persona de las influencias del Maligno. Pueden ser espontáneas y acompañarse con alabanzas al Señor y oración en lenguas, o también realizarse mediante oraciones escritas. El exorcista español José Antonio Fortea recomienda a cualquier persona que esté sufriendo en su cuerpo o su mente una influencia del demonio que va más allá de lo natural, decir cada día y varias veces esta oración:

«Señor, Dios todopoderoso, misericordioso y omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo, expulsa de mí toda influencia de los espíritus malignos.

«Padre, en el nombre de Cristo te pido que rompas toda cadena que los demonios tengan sobre mí. Derrama sobre mí la preciosísima sangre de tu Hijo. Que su sangre inmaculada y redentora quebrante toda atadura sobre mi cuerpo y mi mente.

«Todo esto te lo pido por intercesión de la Santísima Virgen María.

«San Miguel arcángel, intercede, ven en mi ayuda.

«En el nombre de Jesús ordeno a todo demonio que pueda tener alguna influencia sobre mí, que salga para siempre.

«Por su flagelación, por su corona de espinas, por su cruz, por su sangre, por su resurrección, ordeno a todo espíritu maligno que salga.

«Por el Dios verdadero, por el Dios santo, por el Dios que todo lo puede, te ordeno, demonio inmundo, que salgas en el nombre de Jesús, mi Salvador y Señor».


El padre Gabriel Amorth ha señalado que el ahora beato Juan Pablo II se ha convertido, en los últimos años, en un poderoso intercesor en la lucha contra el demonio.

Durante los exorcismos, contó el sacerdote, «le he preguntado al demonio más de una vez: “¿Por qué te da tanto miedo Juan Pablo II?”. Y he tenido dos respuestas distintas, ambas interesantes. La primera: “Porque desarmó mis planes”. Y creo que con eso se refiere a la caída del comunismo. La otra respuesta que el demonio me dio fue: “Porque arrebató a muchos jóvenes de mis manos”. Hay muchos jóvenes que, gracias a Juan Pablo II, se convirtieron».

Fuente: ACI


Si bien la razón de la designación de los exorcistas en las diócesis es la de que realicen los llamados exorcismos mayores, los cuales sólo se autorizan en casos comprobados de posesión, éstos son muy raros; pero, al mismo tiempo, resulta que los sacerdotes exorcistas están sobrecargados de trabajo.

El padre Gabriel Amorth, el exorcista más famoso del mundo, ha realizado más de 75 mil «intervenciones» en su ministerio de liberación —él las llama hermosamente «bendiciones», y en realidad eso son—, pero calcula que cuando mucho un 10% correspondieron a casos de verdadera posesión.

Entonces, ¿por qué están tan ocupados? Responde: «Los exorcistas nos ocupamos de todos los casos en los que se reconoce influencia maléfica»; es decir, también ayudan a la gente en casos de vejaciones, opresiones y obsesiones diabólicas. Y como son, por desgracia, fenómenos en exponencial aumento, ellos tienen trabajo excesivo.

Sin embargo, como revela el propio presbítero italiano, para los casos en que no hay posesión «deberían bastar los medios comunes de la gracia: oración, sacramentos, limosna, el perdón de las ofensas, el recurso constante al Señor, a la Virgen, a los santos y a los ángeles». Por eso es aconsejable que los fieles, a la primera sospecha de que algo «extraño» sucede, se acerque con mucha mayor frecuencia y fervor a toda la gama de dones que Cristo ha entregado a su Iglesia. Las influencias demoniacas realmente pueden ser combatidas por estos sencillos medios, y en el caso de que todo fuera una «falsa alarma», de cualquier forma estos mismos medios son un verdadero blindaje contra posibles ataques del Enemigo.

El exorcismo mismo es un sacramental, pero muchos otros sacramentales tienen ya de por sí un gran poder sobre Satanás. «Muchas veces he podido constatar —cuenta el padre Gabriel— la eficacia de las medallas que la gente se pone con fe». Igualmente dice: «Quiero agregar la importancia protectora de las imágenes sagradas: en la puerta de una casa, en las recámaras, el comedor o en el lugar más usual donde se reúne la familia». También «podría tocarse con la mano la potencia del Rosario».

El exorcista revela que algunos demonios no soportan el agua bendita; otros, el incienso bendito; unos más, el canto gregoriano y la música sacra tocada con órgano. También es notable que se incomodan si se les sopla.

D.R.G.B.

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