Escrito por Luis Eduardo López Padilla Miércoles, 07 de Julio de 2010 00:43
El primer semestre del 2010 se ha visto enmarcado con una serie de signos y señales que reflejan cada vez con mayor gravedad y premura el inminente cumplimiento de lo profetizado desde hace muchos años por la Madre de Dios en sus apariciones auténticas.
Contra lo que muchos pudieran pensar, todo lo que la Santísima Virgen ha anunciado condicionalmente como sucesos que pudieran ocurrir si nosotros los hombres no llevamos adelante la conversión requerida, están a punto de suceder. En efecto, grandes catástrofes sin parangón en la Historia del mundo ocasionado por desastres naturales están a un tris de suceder. Pero no piense el lector que es más de lo mismo. No son más terremotos, erupciones volcánicas o tsunamis los que tendrán lugar muy pronto. No, es el cumplimiento de lo anunciado por el vidente de Patmos: "Y seguí viendo; oí un águila que volaba por lo alto del cielo y decía con fuerte voz: "Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra, cuando suenen las voces que quedan de las trompetas de los tres ángeles que van a tocar" (Ap 8, 13). Se ha venido cometiendo el error de hablar mucho de la venida del Anticristo por parte de analistas, videntes y pseudo-videntes; que si está aquí, que si está allá, que si es éste o aquél, y resulta ser un distrayente de lo que estamos viviendo ahora. Asimismo se anuncia que la Segunda Venida de Cristo ya está a la vuelta de la esquina y también hay quienes profetizan que el año 2012 será el comienzo de la Gran Tribulación que preparará los últimos 7 años de la Historia de estos tiempos, etc.
Antes de que estos sucesos de las Escrituras ocurran, primero tendrán que venir muchas calamidades a la tierra y donde morirán millones y millones de personas, pues ya no es más temido el Señor Dios de los Cielos, toda vez que la indiferencia total reina sobre la tierra y cada vez más se endurece el corazón de los hombres. Estos dos grandes eventos de la escatología católica, la venida del Anticristo y la vuelta de Cristo, sólo ocurrirán, por un lado, en el clímax de la maldad y perversión total donde la fe no exista más y, por otro lado, en el clímax de la mayor santidad y altura espiritual de hombres y mujeres que capitaneados por María Santísima aplastarán las huestes infernales. Por tanto, no podemos perder la perspectiva de dónde estamos parados y lo que pronto va a suceder. Nos encaminamos pues a grandes desastres en el orden material y espiritual. En los últimos tiempos hemos venido asistiendo a los avisos de verdaderos desastres naturales tanto en el orden natural como en el orden cósmico. La erupción volcánica en Islandia y su nube de cenizas en Europa; el virus del H1N1; los movimientos telúricos de más de 8 grados en la escala de Richter o en lugares inusualmente vistos; los tsunamis provocados por maremotos; los huracanes sorprendentemente violentos; el derrame de petróleo en el Golfo de México; las frecuentes luces en forma de espiral en Australia, Canadá y Noruega; los meteoros que han rozado la tierra vistos en el centro de Estados Unidos; las auroras boreales advertidas en el centro de Europa, etc. no son sino los últimos avisos de inminentes y violentísimos acontecimientos que envolverán los 4 elementos de la naturaleza: fuego, tierra, agua y aire, y que convertirán literalmente a la tierra en un lugar difícil y peligroso para la vida. Los grandes desastres envuelven estos 4 elementos naturales por ser parte de la creación de Dios, que se revela ante el pecado y expresa la sapientísima Sabiduría Divina.
Así pues, si no hay conversión, los terremotos que vendrán serán tan violentísimos que reconfigurarán la tierra toda y ciudades enteras serán totalmente tragadas. El agua inundará ¾ partes del globo terráqueo. Surgirán volcanes nuevos cuyas erupciones destruirán países completos. Una pandemia surgirá en el oriente y se esparcirá hacia el oeste y no tendrá cura…sólo la fe sanará. Huracanes de una fuerza nunca antes vista se llevarán todo lo que esté a su paso, edificios y casas. Llamaradas vendrán del cielo y causarán ardor y dolor. Será tal la contaminación de aguas, que no habrá para beber y tendremos que beber nuestro propio orin. Escasearán ingresos y trabajos y nos mataremos por un mendrugo de pan, por haber desperdiciado y abusado de la abundancia. Por la genética y desarrollos de le ciencia artificial surgirán seres monstruosos de los que tendremos que defender y de los que darán lugar a enfermedades mortales y desconocidas.
En el orden espiritual, una grandísima y tenebrosa oscuridad se avecina a la Iglesia de Cristo, donde el escándalo mediático de los sacerdotes pederastas y del Padre Maciel – fundador de los Legionarios y del Regnum Christi, - así como el ataque y descrédito en contra del Papa no son más que signos precursores. Pero también en el campo social hemos de pagar nuestros odios y rencores. Las divisiones y enemistades se acrecentarán entre los pueblos y las sociedades. Levantamientos y revoluciones imperarán por doquier, sin saber por qué se lucha o por qué se muere. "El asta quedará sin bandera y los ciegos quedarán sordos ante el ruido de la sirena que embriaga." Las guerras tomarán el lugar que les corresponde en una sociedad donde el hombre se ha vuelto enemigo del hombre y donde sólo existen odios, mentiras, violencia, discordia, sin amor por la patria ni por la familia. Todo ello será el "
comienzo de los dolores" y que Dios permite en su infinita Justicia para que los hombres nos arrepintamos de nuestros pecados y volvamos a Él. Este proceso ya no se detendrá sino que irá aumentando en frecuencia e intensidad hasta que una señal venida de Dios alerte a toda la humanidad de nuestra vida de pecado y de todo aquello que hemos dejado de hacer.
Es pues tiempo de preparar nuestro escudo material y espiritual, pues realmente lo vamos a necesitar. Acojámonos al Corazón de María y vivamos su Mensaje. El tiempo se ha vuelto en extremo apremiante y daremos cuenta a Dios de todo lo que nos ha bendecido.
Luis Eduardo López Padilla
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