miércoles, 17 de septiembre de 2014

El discurso de los líderes del Vaticano se está haciendo más escatológico y profético. El lenguaje de la jerarquía vaticana está cambiando. Hasta ahora estábamos acostumbrados a que los cardenales y arzobispos nos hablaran de la perseverancia en la fe, del amor de Dios y de los problemas sociales en el país. Ahora refieren a que los cristianos se están convirtiendo en minoría en occidente, a que están siendo perseguidos por su fe y martirizados, a que el maligno ha desatado una ofensiva para extingir la Iglesia, que habrá una lucha en que muchas cosas de la Iglesia desaparecerán y cambiarán, y que se estamos en la puerta de dar nacimiento a un nuevo cristianismo.

cardenal pell
Este discurso lo inauguró Joseph Ratzinger con su profecía de la apostasía y la conversión de la Iglesia en una organización de paganos (ver aquí), pero no resaltó en su pontificado como Benedicto XVI, muy atascado por el manejo de temas de la realidad concreta inmediata – la ideología de género, el terrorismo islámico, la lucha pro vida, etc. Pero fue tomado con fuerza por el Papa Francisco, que puso en el centro de la escena bélica a satanás, y ha empezado a popularizarse entre la jerarquía.
Tenemos la impresión de que este discurso aún no ha bajado hasta la mayoría de los obispados y de las parroquias, todavía muy atados al criterio de ‘no asustar’ a los fieles y pintarles una vida cristiana placentera.
Pero ya llegará porque es inexorable lo que sucede.
Un ejemplo de este discurso escatológico y profético lo podemos encontrar en las palabras del Cardenal Pell a instancias de la fundación de una escuela de evangelización de una abadía benedictina.
El cardenal de alto rango del Vaticano ha advertido a los fundadores de una escuela británica dedicada a la nueva evangelización que deben esperar los ataques del diablo.
El cardenal George Pell, uno de los ocho “súper” cardenales nombrados por el Papa para reformar el Vaticano, hizo sus comentarios durante la misa de fundación de la Escuela de la Anunciación, que está instalada en Buckfast Abbey, el monasterio benedictino en Devon, como una iniciativa “valiente e importante” para predicar el Evangelio de nuevo a la gente del siglo XXI.
“Todo esto se opone al maligno, al espíritu del mal, al diablo, que ha sido reintroducido en el discurso público por el Papa Francisco”, dijo el cardenal Pell.
La iniciativa, dijo, va en contra de una época en la que el número de personas “explícitamente irreligiosas” están creciendo y los cristianos están disminuyendo hasta el punto en que estaban en riesgo de “desaparecer en la minoría”. Él dijo que la escuela era parte de la solución a los desafíos modernos, a los que nunca se enfrentó antes la Iglesia y que por lo tanto “las dificultades” serían inevitables.
“La ‘nueva evangelización’ no sólo está luchando con las heridas tradicionales derivadas del pecado original, sino lo está haciendo contra la sociedad occidentalizada en la que los antiguos equilibrios se han perdido por la invención de la píldora, y el materialismo que considera muchos niños como demasiado caro”, dijo el cardenal Pell.
“Las viejas heridas están siendo exacerbadas de nuevas maneras – por la fácil disponibilidad de las drogas, la pornografía por internet y el aborto fácil”.
Él dijo que los cristianos de hoy deben orar como los profetas del Antiguo Testamento, que Dios no los abandonará “en estos tiempos de cambio”, cuando el “pueblo elegido”, una vez más se aleja de Él en el pecado.
El Cardenal Pell dijo que espera que la Escuela de la Anunciación sea como la cueva en la que la voz de Dios fue discernida por Elías en la suavidad de una brisa.
“Debemos orar para que en este aislado retiro benedictino – lejos de la emoción y de la agitación de las grandes ciudades – muchos, muchos miles de creyentes oigan mejor la luz, el suave murmullo del único y verdadero Dios y de Cristo, su Hijo”, dijo.
Y continuó:
“No podemos ver claramente que fuerzas de la Iglesia caracterizarán el inicio del tercer milenio cristiano. Será diferente. Muchas órdenes desaparecerán a finales de siglo, si continúan las tendencias actuales. China tendrá una comunidad cristiana más grande que cualquier otro país del mundo. La vida católica seguirá siendo sorprendente, pero estoy seguro que los benedictinos sobrevivirán”.

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