miércoles, 25 de enero de 2017

El sociólogo italiano -Massimo Introvigne- derriba mitos y explica en un libro el fenómeno social del satanismo, como por ejemplo: ¿Cuál es la influencia real del satanismo y su relación con la New Age? Por otro lado, también afirma "... mi libro no habla sólo del satanismo sino también del anti-satanismo, o sea, de los pánicos morales que ven satanistas por todas partes. Y las acusaciones de satanismo en los últimos siglos se han dirigido a varios grupos: a los judíos, a los masones, a los mormones, pero también a los católicos por parte de ambientes protestantes fundamentalistas. Por ejemplo, en los años 70 salieron en Estados Unidos varios libros que acusaban a Pablo VI de ser un alto iniciado satanista. Acusaciones análogas se hicieron contra Juan Pablo II, Benedicto XVI y hoy también contra Papa Francisco, con la diferencia de que en este último caso, los desvaríos de protestantes fundamentalistas han sido adoptados en ambientes católicos ultra-tradicionalistas hostiles a este Papa..."



El satanismo es un fenómeno que aunque no sea muy grande cuantitativamente está en auge y provoca grandes reacciones en la sociedad. Para arrojar luz sobre este asunto el conocido sociólogo Massimo Introvigne, director del Centro de Estudios sobre las Nuevas Religiones (Cesnur), ha publicado precisamente un extenso libro publicado en inglés y titulado Satanism: a social history (Satanismo: una historia social).


En esta extensa obra, el investigador italiano hace un repaso de la influencia del satanismo, sus manifestaciones en el pasado y sus precursores hasta llegar a la actualidad. Del mismo modo, intenta desmontar falsos mitos para colocar este fenómeno en su dimensión real, que según él es el de unos pocos miles de miembros en todo el mundo. Introvigne explica en una entrevista en Vatican Insider y traducida al español por Aleteia qué supone el movimiento satanista en la sociedad actual:



- ¿Por qué dedicar al satanismo un libro de setecientas páginas, es más – si se quitan las páginas con los títulos – exactamente 666, que es el número de la Bestia en el Apocalipsis?  ¿Vale la pena? ¿No es un fenómeno, a fin de cuentas, muy minoritario?


- Ante todo, tengo que agradecer a Eileen Barker, una de las mayores sociólogas de la religión que aún viven, por haber notado que las páginas son 666 en una recensión suya. Ni yo ni el editor nos dimos cuenta y se trata, sin duda, de una coincidencia muy curiosa.


Es verdad que los satanistas son relativamente pocos, pero el satanismo suscita siempre emociones muy fuertes. Quisiera partir de un episodio, que no cito en el libro porque sucedió después de que lo entregara al editor. El fin de semana anterior a las elecciones presidenciales americanas, los famosos hacker rusos que interceptaron los mails del director de la campaña electoral de Hillary Clinton, John Podesta, publicaron algunos mensajes que vinculaban a Podesta con performance privadas, en el sentido de que es necesario ser invitado, de la artista neoyorquina Marina Abramović. Son una especie de eventos artísticos y espirituales, donde el artista expone su método de meditación y curación que une New Age, espiritismo y cultos afro-americanos.



En realidad, el satanismo no tenía nada que ver, pero el domingo antes de votar se difundieron en las puertas de las iglesias americanas miles de folletos según los cuales la Clinton estaba ligada a una “artista satanista”. También algunos medios de comunicación confundieron la New Age de Abramović con el satanismo.



Massimo Introvigne es un experto en el fenómeno satanista



Esto demuestra que basta con hablar de satanismo para desencadenar emociones, miedos, y crear la posibilidad de manipulaciones políticas. En efecto, mi libro no habla sólo del satanismo sino también del anti-satanismo, o sea, de los pánicos morales que ven satanistas por todas partes. Y las acusaciones de satanismo en los últimos siglos se han dirigido a varios grupos: a los judíos, a los masones, a los mormones, pero también a los católicos por parte de ambientes protestantes fundamentalistas.



Por ejemplo, en los años 70 salieron en Estados Unidos varios libros que acusaban a Pablo VI de ser un alto iniciado satanista. Acusaciones análogas se hicieron contra Juan Pablo II, Benedicto XVI y hoy también contra Papa Francisco, con la diferencia de que en este último caso, los desvaríos de protestantes fundamentalistas han sido adoptados en ambientes católicos ultra-tradicionalistas hostiles a este Papa.



– Pero más allá de los desvaríos, los satanistas existen. ¿Qué es el satanismo?


- Se pueden dar diversas definiciones del satanismo. Las definiciones nunca son sencillamente ciertas o falsas, son instrumentos para circunscribir o estudiar un fenómeno. Mi definición de satanismo se refiere a la veneración del personaje llamado diablo, Satanás o Lucifer en la Biblia – tanto si se le considera una persona viva y real, como si se le considera un símbolo o un arquetipo – por parte de grupos organizados a través de formas, al menos embrionalmente, rituales.


-¿Qué diferencia hay entre el satanismo propio y auténtico y el “romántico” o “folklórico”?


La categoría de “satanismo romántico” fue elaborada por historiadores de la literatura y de las ideas, y se refiere a escritores o artistas que rehabilitan la figura bíblica del diablo – a menudo diciendo que el objetivo de éste era y es el de hacer a los hombres (y a las mujeres: existe también un satanismo romántico feminista) más libres y racionales, liberándoles de la sumisión a Dios y a las creencias irracionales de la religión. Si estos escritores o artistas se limitan a escribir o pintar cuadros y no forman grupos organizados, caen fuera de mi definición de satanismo.


Dedico en cambio algunos apuntes al satanismo folklórico, donde la veneración del diablo se inserta en el contexto del folklore de grupos particulares, sobre todo criminales. Hay ejemplos en el folklore de los traficantes de droga latino-americanos, que celebran rituales pidiendo al diablo que proteja sus empresas criminales, pero algo parecido se encontraba ya en los bandoleros suecos del siglo XV.



-¿Puede darnos algún número sobre la consistencia del fenómeno, en el mundo y en Italia?


Todo depende de cómo se define el satanismo. Si hablamos de grupos organizados – quiero decir, grupos que tienen sedes, sitios web, publican revistas, etc – los satanistas son unos 5.000 en el mundo y pocos cientos en Italia.


Pero a estos grupos organizados hay que unir el satanismo llamado “salvaje” de las bandas juveniles que practican rituales caseros, generalmente aprendidos en Internet: miles de jóvenes en el mundo – quizás entre los 5.000 y los 10.000, pero las estadísticas son difíciles – con una presencia que parece más significativa en Italia que en otros países.



Se lee a menudo sobre grupos clandestinos y secretos que cometen graves crímenes. Algunos de estos grupos ciertamente existen, son descubiertos periódicamente por las policías de diversos países, y no hay que minusvalorar su peligrosidad. Pero no hay pruebas, sin embargo, de que este tipo de grupos sean centenares o miles, como los anti-satanistas se obstinan en afirmar. Han sido descubiertos e identificados con seguridad no más de unos diez en todo el mundo en los últimos veinte años, y no es probable que existan más de una docena.



- En el libro usted distingue también el satanismo “racionalista” del “oculto”. ¿En qué se basan y cuáles son sus diferencias?


- El satanismo racionalista, ligado a la figura del americano Anton Szandor LaVey (1930-1997), venera a Satanás con rituales que son sustancialmente psicodramas dirigidos a “liberar” a quien los practica de la religión y del sentido del pecado, que impedirían gozar plenamente de la vida y de los placeres que derivan de la sexualidad, del dinero y del poder.
Pero LaVey consideraba a Satanás como un símbolo de la liberación de las religiones, y no creía que existiera de verdad. La suya era una forma extrema de humanismo ateo.



En 1975 el lugarteniente de LaVey, el coronel del ejército americano Michael Aquino – personaje interesante, que aún vive, con un pasado de especialista de la desinformación (hoy se diría de la creación de “fake news”) por cuenta del ejército en tiempos de la guerra del Vietnam – promovió  un cisma en la Iglesia de Satanás que LaVey había fundado. Con Aquino se fueron los que pensaban que Satanás existía de verdad y no era sólo un símbolo. Esta distinción entre un satanismo “racionalista” y uno “ocultista” o “deísta” sigue existiendo aún hoy en el mundo satanista”.



LaVey es uno de los padres del satanismo moderno 



- ¿Quién ha fundado, por así decirlo, el satanismo moderno?


- Yo distingo el satanismo como fenómeno moderno – que implica una organización – de las referencias a Satanás que se encuentran en la magia o en la brujería medievales. En este sentido, hay un proto-satanismo en la corte del Rey de Francia Luis XIV con las primeras “Misas negras” organizadas por cartomantes y sacerdotes apóstatas que invocaban la protección de Satanás para clientes que buscan el éxito en el amor o en los negocios. El fin era utilitario, no religioso o anti-religioso, pero empezamos a encontrarnos ante una organización y unos rituales.


De aquí parte un filón que se desarrolla gradualmente en el siglo XIX, pero que asume la forma de organizaciones, por así decirlo, “religiosas” solo en el siglo XX, con la fundación en 1966 en San Francisco de la Iglesia de Satanás por parte de LaVey.



- En el libro se cuenta el caso de miles de suicidios colectivos de los llamados “viejos creyentes” en Rusia a finales del siglo XV. ¿Qué sucedió?


- En 1666, año que contiene el famoso número de la Bestia 666 mencionado en el Apocalipsis, el Patriarca Nikon (1605-1681) promovió una reforma litúrgica en la Iglesia Ortodoxa Rusa. Las reformas litúrgicas generan siempre una reacción tradicionalista. La fecha, 1666, convenció a estos tradicionalistas hostiles a la reforma, los llamados “viejos creyentes”, de que el verdadero autor de la nueva liturgia era el diablo.


También algunos tradicionalistas católicos extremos piensan lo mismo a propósito de la reforma litúrgica de Pablo VI, pero los “viejos creyentes” expresaron su protesta más radicalmente, con suicidios colectivos en los que murieron al menos veinte mil personas.



-¿Quién era Stanisław Przybyszewski, considerado por muchos como el “primer satanista”?


- Era un novelista polaco (1868-1927), representante del decadentismo, que publicó en 1897 la novela “Los hijos de Satanás” y el ensayo “La sinagoga de Satanás”. Escribía preferentemente en alemán y formaba parte en Múnich del círculo que se encontraba en la famosa taberna del Cerdito Negro con otros literarios y artistas del Norte de Europa, entre ellos el pintor noruego Edvard Munch (1863-1944) y el dramaturgo sueco August Strindberg (1849-1912).
Przybyszewski anticipa muchas ideas de LaVey. Está convencido de que Dios es un tirano que quiere mantener a los hombres y mujeres en la ignorancia y en el miedo, mientras que Satanás enseña a la humanidad la curiosidad intelectual, la creatividad y la liberación sexual. En su obra hay ya una teoría de cómo podría organizarse un movimiento satanista moderno. Pero de hecho Przybyszewski nunca organizó ninguno, aunque algunos de sus discípulos lo intentaron, por lo que se le puede considerar más un precursor que un fundador.



– En el libro afirma que el anti-satanismo tiene una gran responsabilidad en engrandecer el satanismo. ¿Por qué?


-Los satanistas existen y a veces cometen graves crímenes. Pero el anti-satanismo distorsiona el fenómeno de dos maneras. En primer lugar, exagera el dato estadístico. Los miembros de grupos satánicos organizados nunca han sido en la historia de Occidente más que pocos miles. El anti-satanismo habla alegremente, sin poder proporcionar pruebas, de miles de grupos y de centenares de miles de adeptos.


En segundo lugar, el anti-satanismo atribuye a los satanistas la capacidad de controlar y orientar a organizaciones enteras, cayendo en formas típicas de teoría de la conspiración.



Una parte importante de mi libro está consagrada, como señalaba, a tesis, fantasías y desinformación según la cual los satanistas controlarían secretamente al judaísmo, a la masonería, a la Iglesia mormona y también – según una literatura protestante fundamentalista, culturalmente marginal pero difundida en miles de ejemplares gracias sobre todo a décadas de esfuerzos del autor californiano, recientemente desaparecido, Jack Chick (1924-2016) – al Vaticano y a la Iglesia Católica. Estos excesos del anti-satanismo, a menudo grotescos, acaban por que no se puedan tomar en serio tampoco las críticas motivadas y reales al satanismo, y paradójicamente, acaba por favorecer a los satanistas.




- ¿Qué puede decir de casos criminales en Italia en los últimos años, como los “niños de Satanás” o el homicidio de sor Maria Laura Mainetti?


- En Italia hemos tenido cuatro episodios relevantes muy distintos entre sí. El primero tiene que ver con los Niños de Satanás, fundados en 1982 en Bolonia por Marco Dimitri, que durante unos años tuvieron un éxito relativo, reuniendo a más de cien adeptos. Dimitri jugó mucho con los programas de TV, mostrándose disponible a actuar la parte del satanista típico, asegurándose una cierta publicidad. Pero aquella publicidad fue un boomerang, y Dimitri acabó arrestado en 1996, acusado de graves crímenes que sin embargo no había cometido. En 2001 fue condenado sólo por evasión fiscal.


El segundo episodio se refiere a sor Laura Mainetti (1939-2000), asesinada en el 2000 en Sondrio por tres chicas imbuidas de satanismo y de propaganda violentemente anticatólica que encontraban en Internet, aunque no estaban en contacto con ningún grupo satánico concreto. La monja murió perdonando a sus asesinas, y ahora está en curso su causa de beatificación.

Del tercer episodio trágico y también en el 2000, yo fui testigo personalmente. Se refiere a Giorgio Govoni (1941-2000), un párroco italiano acusado por una asistente social de violar e incluso asesinar niños durante ritos satánicos. Mandado a juicio, tras una arenga particularmente dura contra él por parte del fiscal, murió de infarto.



En la apelación y en la Casación, la tesis que sostuve yo como perito de la defensa de don Giorgio, de que la asistente social se había sugestionado con la literatura anti-satanista americana, fue plenamente aceptada por los jueces. Hoy la diócesis de Modena ha dado el nombre de Giorgio Govoni a una casa de atención para los pobres, y cada año se honra su memoria como víctima inocente de una trágica equivocación.



El cuarto caso se refiere a las Bestias de Satanás, un grupo de una decena de jóvenes de la zona de Varese, descubiertos en 2004 y condenados por tres homicidios, aunque podrían haber cometido más. Se trata de uno de los casos de grupúsculos secretos dedicados a la actividad criminal que citaba antes, responsables de algo que parecen sacrificios humanos en nombre de Satanás. Casos reales, pero por fortuna muy raros.



- Se habla mucho de “rock satánico”. ¿Qué es? ¿Qué piensa usted de él?


- La expresión rock satánico es imprecisa. Hay rockeros que han hablado del diablo con simpatía en sus canciones, basta recordar “Sympathy for the Devil” de los Rolling Stones. Sin embargo, el género musical que tiene que ver efectivamente con el satanismo es el Heavy Metal, que se divide en toda una serie de subgéneros, alguno de ellos catalogado como Extreme Metal.


Pero no en todo el Heavy Metal, ni siquiera en todo el Extreme Metal, está difundido el satanismo. Algunos grupos del subgénero Death Metal y un buen número de grupos de otro subgénero, el Black Metal, hacen himnos al satanismo en sus canciones. Para algunos se trata de un satanismo estético o de un truco comercial para hacerse interesantes, pero otros han tenido verdaderos contactos con el mundo satanista, e incluso cometido crímenes en nombre de Satanás. Algunos músicos del Black Metal escandinavo se habían especializado en quemar iglesias cristianas de madera, y en Noruega se ha ido en humo así una parte importante del patrimonio de las iglesias de madera medievales y modernas. Ha habido también homicidios y un par de suicidios rituales.



Los holandeses de Cranch Angren son uno de los exponentes del Black Metal



Pero hay que precisar dos cosas. En primer lugar, según una enciclopedia especializada, hoy hay en el mundo más de 25.000 grupos musicales Black Metal. Es un fenómeno ya globalizado, con grupos en Japón, en Nepal e incluso en Iraq y en Arabia Saudita – y entre otras cosas, en algunos de estos países, el Black Metal ha sido el vehículo para importar un satanismo totalmente ajeno a las tradiciones locales. De estos 25.000 grupos, sólo una minoría tiene verdadero contacto con el satanismo, y ciertamente sería una caricatura pensar que los cientos de miles de personas que van a conciertos Black Metal sean satanistas.



Segundo, el satanismo de los grupos Black Metal más extremos no se parece a otras formas de satanismo. En general, los satanistas veneran al diablo porque lo consideran un personaje positivo, un liberador del género humano de la dictadura de un Dios severo y cruel.

En un cierto Black Metal, en cambio, no se venera a Satanás porque es bueno, sino porque es malo, y se hacen himnos explícitamente al mal, a la violencia y a la destrucción. El noruego Varg Vikernes, uno de los grandes nombres del Black Metal – aunque hoy ha cambiado de idea tras los años pasados en prisión por quemar iglesias y por un homicidio – escribía entonces que las varias Iglesias de Satanás “no son verdaderas iglesias de Satanás porque veneran la vida y la felicidad. Yo en cambio adoro la muerte, el mal y todo lo oscuro”.

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