Luca di Tolve ganó el Mister Gay en Italia en los años 90, pero experimentó un dramático cambio de vida con la ayuda de la Virgen María. Su historia la plasmó en el libro “Yo fui gay”.
En entrevista concedida a ACI Prensa en el 2017, Luca di Tolve recordó que tuvo una infancia muy dura.
“Mis padres siempre discutían y después de un tiempo se separaron. Mi madre me crió solo y cuando ella llegaba tarde del trabajo yo me quedaba con una familia vecina que todas eran niñas y que criticaban a mi padre porque se había desentendido de nosotros”, precisa.
“Yo no tuve ese modelo masculino del que fijarme y de hecho crecí con odio hacia mi padre por la situación en la que nos encontrábamos mi madre y yo. No podía jugar al fútbol con mis compañeros porque no sabía cómo hacerlo”, recuerda.
En la adolescencia comenzó a sentir una atracción por su compañero de clase.
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“Él era el más alto, el más fuerte, el más atlético, el más inteligente… Y veía en él todo lo que yo quería ser y me empezó a gustar. Mi madre se preocupó porque por la noche yo decía su nombre y me llevó al psicólogo. Éste le dijo que yo era homosexual y que ella tenía que aprender a quererme así. Pero nadie me había preguntado por la razón de esa atracción, por qué tenía esa tendencia o dónde tenía el origen”, cuenta Luca di Tolve.
A los 16 o 17 años, Luca se hizo amigo de un chico de una escuela cercana que también era gay y que le introdujo en las discotecas y ambientes para homosexuales.
“En ese ambiente intentaba recuperarme de todo el sufrimiento que había pasado en el colegio y me contrataron en la discoteca para bailar. Me pagaban unos 150 euros que para un chico tan joven era muchísimo dinero”, relata a ACI Prensa.
Después se presentó al primer certamen de Mister Gay Italia y lo ganó.
“Mi ambición era ser alguien famoso, conocido. Vivía en la calle más cara de Milán, iba a los desfiles y conocí a Dolce Gabanna, a Gianni Versace, a todos los diseñadores de moda. Yo iba de vacaciones a Cerdeña al barco de un amigo y al lado estaba Madonna y otros famosos”.
Depresión y conversión
En una vida de desenfreno, uno de sus novios murió de sida.
“Entonces tenía 25 años y varios amigos murieron de sida, también mi novio. Antes de morir le regalé una pequeña imagen de la Virgen, quizás por tradición, y sus últimas palabras fueron: ¿por qué me tiene que pasar esto a mi? Después de su muerte me agarré a las cosas del mundo, iba al gimnasio, salía muchísimo de fiesta, pero comencé a entrar en una depresión porque no encontraba la paz”, aseguró Luca.
Después de un viaje comenzó a sentirse mal y estuvo un mes en el hospital, ahí le diagnosticaron que era seropositivo, es decir, portador del VIH y que había que darse prisa con el tratamiento para no desarrollar la enfermedad.
“Ahí entendí que no hay nada en el mundo que te pueda ayudar a afrontar la muerte. Se me empezó a caer el pelo, la piel la tenía muy mal… y eso para un joven narcisista como yo era doblemente terrible”.
Sumido en una profunda depresión, cuando peor estaba, Luca vio un Rosario y una imagen de la Virgen que tenía en casa como decoración.
“Ahí pensé que la Virgen existe de verdad y con esa consciencia recé el rosario y pasó algo inimaginable. Caí de rodillas y comencé a sentir una paz profunda como jamás había sentido, era el amor de la Virgen que con los brazos abiertos me animaba a seguir adelante. Lloré muchísimo y, desde entonces, solo escuchaba Radio María porque quería rezar todos los Rosarios que pudiera para volver a sentir esa paz”, contó.
Encontró la fuerza para salir de casa e ir a confesarse a una iglesia cercana.
“En la confesión me di cuenta de que justificaba todo lo que había hecho, como ser prostituto, por el dolor que tenía dentro”, recuerda.
Después de volver a la fe, Luca continuaba teniendo atracción hacia el mismo sexo, pero encontró al grupo internacional Living Waters que ayuda a personas en esa situación.
“Pensé que no perdía nada por intentarlo y la Virgen me había dicho que siguiera adelante”, dijo.
Tras un camino que duró más de un año y medio, Luca un día descubrió que ya no sentía ninguna atracción hacia los hombres.
“Había ido a pasar el día a la playa con mis amigos del grupo, llevaba horas hablando con uno y con otro. Y en ese momento me di cuenta que en una situación que antes me habría excitado, ahora no sentía nada, ya no me atraían”, narró.
Una familia
Luca viajó a Medjugorje con su parroquia y allí pidió a la Virgen que le encontrara una mujer para formar una familia. Tuvo una relación fallida con una compañera de trabajo y en un verano decidió volver a ese santuario mariano donde se celebraba un festival de jóvenes.
“Allí conocí a una chica que venía en el mismo grupo que yo, era preciosa, comenzamos a hablar y conectamos muchísimo. Empezamos a salir y le conté la verdad, todo lo que había sido mi vida porque quería ser sincero con ella. Me sorprendió muchísimo porque ella me contestó con muchísima dulzura: ‘No me importa lo que eras antes, sino lo que eres ahora. Si tú eres sincero y quieres vivir así, vayamos adelante’”, contó a ACI Prensa.
Dos años después esa joven y Luca se casaron.
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) señalan que una “carga viral indetectable” de VIH “reduce la posibilidad de transmitir el virus” a una pareja sexual y “es bueno para la salud general de una persona VIH positiva”. Esta baja carga viral se puede alcanzar tomando diariamente los medicamentos contra el VIH y siguiendo el tratamiento adecuado.
Tras años sin tener hijos, la esposa de Luca quedó embarazada y tuvo una niña. Según explica a ACI Prensa, su objetivo es “que quien quiera recibir ayuda en su atracción hacia el mismo sexo pueda hacerlo libremente. Yo lo hice y soy muy feliz, querría que quien estuviera en la misma situación pudiera elegir con libertad”.
Luca y su esposa fundaron el grupo Lot Regina della Pace en el que se dedican a ayudar a otras personas que sufren heridas y dependencias a nivel emotivo, relacional, de identidad sexual, de abuso y violencia y que tienen dificultad para tener relaciones buenas y sanas con los demás.
Fuente Aci Prenda (Católica)
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