En estación Espacial Internacional hay un lugar en donde -a pesar de que esté lleno de equipo robótico- a los astronautas les gusta reunirse. Conocido como la Cúpula, es un módulo pequeño con siete ventanas de proyección hacia el exterior por donde los miembros de la tripulación pueden gozar vistas panorámicas de la Tierra.
En su primera y hasta ahora única misión al espacio, iniciada en septiembre del 2013, el astronauta Michael (Mike) Hopkins se encontraba deseoso de estar en la Cúpula.
Lo que vio le dejó maravillado. “Cuando ves la Tierra desde esa posición tan ventajosa y observas toda la belleza natural que existe, resulta difícil no permanecer allí y concluir que debe de haber una fuerza suprema que ha creado esto“, afirma Hopkins, quien es un fiel católico.
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Conversión justo antes de partir
Era en la Cúpula donde Hopkins rezaba y cada cierto tomaba la Comunión… Sí, pues gracias a un acuerdo especial con la arquidiócesis de Galveston-Houston y con la ayuda del padre James H. Kuczynski, párroco de la iglesia Santa María Reina en Friendswood, Texas, que es la parroquia de Hopkins, el astronauta novato pudo llevar consigo un píxide con seis hostias consagradas partidas (cada una) en cuatro piezas.
Eran así suficientes para que pudiera comulgar una vez a la semana durante las 24 semanas que permanecería a bordo de la ISS (Estación Espacial Internacional/ siglas en inglés).
"Esto era extremadamente, extremadamente importante para mí”, cuenta Hopkins, hoy a sus 47 años de edad, quien creció en una zona rural en las afueras de Richland, Missouri, en una familia que pertenecía a los Metodistas Unidos.
Posteriormente completó la catequesis del Rito de Iniciación Cristiana de Adultos y se convirtió así en católico, justo antes de irse al espacio.
Su conversión, dice, no estuvo motivada solo porque su esposa y sus dos hijas adolescentes eran católicas, sino porque “yo sentí que algo faltaba en mi vida”.
Sólo con Jesús podía salir al vacío del espacio.
Hopkins completó dos caminatas espaciales para cambiar una bomba del módulo, junto con su compañero astronauta Rick Mastracchio. Pero antes de salir de la ISS, Mike cuenta que también comulgó.
“Esas actividades pueden ser bastante estresantes” –continúa narrando a Catholic News Service desde su oficina en Houston, y agrega….: “Saber que Jesús estaba conmigo cuando salí fuera, al vacío del espacio, fue importante para mí“.
Cuenta Mike que las prácticas de fe son usuales, especialmente entre el grupo de astronautas católicos. Y se les respeta.
“Mis compañeros (en la ISS) sabían que yo tenía la Eucaristía conmigo”, corrobora. “De hecho, yo me coordinaba con mi comandante ruso. Él sabía de qué se trataba. Todos lo sabían, pero yo nunca traté de hacer alarde de ello y publicitarlo. Ellos respetaban mi fe y mi deseo de vivirla, incluso (allí) estando en órbita espacial”.
Artículo originalmente publicado por Portaluz
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