El Papa Francisco no es Julio II
Alguien podría sacar la errónea conclusión de que como soy amante del
esplendor del culto divino, podría mirar con desconfianza al nuevo Papa. Pero
nada más lejos de mi pensamiento. Siempre he amado la grandeza de la liturgia,
pero al mismo tiempo he defendido que los clérigos vivan de un modo
austero.
Cuanto más pobremente viva el ministro de Dios, mejor. Por eso me parece
muy bien lo que hace nuestro Papa. Y en cuanto a la sencillez de trato, lo
mismo. La distancia no tiene nada que ver con la sacralidad del ministerio.
El Jueves Santo dijo una cosa sabia y es que el sacerdote que no sale de sí, se convierte en un coleccionista de antiguedades. Yo que amo tanto la liturgia y la historia, las amo y me deleito en ellas, reconozco la gran verdad de sus palabras. No lo digo ahora por oportunismo porque lo haya dicho el Papa. En más de una docena de posts he hablado con extensión de mi temor a que el amante de la liturgia pueda desviarse y rendir culto al culto mismo. En esos post he señalado el peligro real de que la liturgia se convierta en fin y no en medio de adoración. El amor a las vestiduras litúrgicas es correcto mientras es ordenado. En el momento en el que ellas ocupan nuestro corazón, se convierten en estorbo, en piedra de tropiezo, para aquél que ha caído en esa desviación.
Sinceramente, espero con gran esperanza la renovación que este Papa haga
de la Iglesia. Renovación que él ya ha comenzado.
Padre Fortea
No hay comentarios:
Publicar un comentario