Visión y Proposito



Nuestra visión y propósito, en perfecta obediencia al mandato de Jesús Nuestro Señor de "DISCERNIR LOS SIGNOS Y SEÑALES DE LOS TIEMPOS", es el difundir los Mensajes que para este tiempo final, Dios Padre esta recordando y explicitando a su Iglesia y al mundo a través de sus dos Ungidos y Testigos, es decir, los CORAZONES UNIDOS Y TRIUNFANTES DE JESÚS Y MARÍA, y así poder contribuir con su plan en el llamado y preparación de los DISCÍPULOS DEL FIN DE LOS TIEMPOS.


En cuanto a las Revelaciones y Profecías Privadas, que se publica en este Blog, en virtud de la derogación de los cánones 1399 y 2318 del Código de Derecho Canónico y de la vigencia del Decreto del Papa Urbano VIII, SOLO AL SANTO MAGISTERIO DE LA IGLESIA CATÓLICA, APOSTÓLICA Y ROMANA le corresponde determinar sus AUTENTICIDAD Y CARÁCTER SOBRENATURAL, a cuya decisión final dócilmente nos sometemos, sin olvidar, a San Pablo que nos exhorta: " No despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno" 1ra. de Tesalonicenses 5;20 y San Juan Evangelista que nos profetiza: " Pero cuando EL, el Espíritu de la verdad, venga, os guiará a toda la verdad,...... y os hará saber lo que habrá de venir." Jn 16;13.

Sin embargo, ya que, la Iglesia no objeta en principio el difundir estas revelaciones privadas, mientras se las estudia por su contenido y frutos, esperamos que no se las busque por la sola satisfacción de la curiosidad, sino por un deseo VERDADERO DE CONVERSIÓN Y SALVACIÓN para el Alma, traducido en la realización de obras de Misericordia Concretas.

VISITA el CANAL de GLORIA TV - EVANGELIZACIÓN ESTRATÉGICA - Apostolado Mariano en la Evangelización ... (Clic AQUÍ)

miércoles, 27 de abril de 2016

Mensajes de la Virgen de la Paz en Medjugorje "...“Queridos hijos, mi Corazón Inmaculado sangra al mirarlos a ustedes en el pecado y en hábitos pecaminosos ...hijos, no tengan corazones duros, cerrados y llenos de temor. Permitan a mi amor materno iluminarlos y llenarlos de amor y de esperanza, para que yo, como Madre, pueda atenuar sus dolores, porque los conozco y los he experimentado. El dolor eleva y es la oración más grande. Mi Hijo ama de manera especial a los que padecen dolores. Él me ha enviado para que se los atenúe y traerles esperanza. ¡Confíen en Él!.."

Gospa
Mensaje del 25 de abril de 2016 en Medjugorje, Bosnia-Herzegovina

“Queridos hijos, mi Corazón Inmaculado sangra al mirarlos a ustedes en el pecado y en hábitos pecaminosos. Los estoy llamando: regresen a Dios y a la oración para que sean felices en la Tierra. Dios los llama a través de mí para que sus corazones sean esperanza y alegría para todos los que están lejos. Que mi llamado sea un bálsamo para el alma y el corazón a fin de que glorifiquen a Dios Creador, que los ama y los llama a la eternidad. Hijitos, la vida es breve, aprovechen este tiempo para hacer el bien. Gracias por haber respondido a mi llamado.”

Mensaje del 2 de abril de 2016 en Medjugorje, Bosnia-Herzegovina
2 de abril de 2016 en Medjugorje
“Queridos hijos, no tengan corazones duros, cerrados y llenos de temor. Permitan a mi amor materno iluminarlos y llenarlos de amor y de esperanza, para que yo, como Madre, pueda atenuar sus dolores, porque los conozco y los he experimentado. El dolor eleva y es la oración más grande. Mi Hijo ama de manera especial a los que padecen dolores. Él me ha enviado para que se los atenúe y traerles esperanza. ¡Confíen en Él! Sé que para ustedes es difícil, porque a su alrededor ven cada vez más tiniebla. Hijos míos, es necesario aniquilarla con la oración y el amor. Quien ora y ama no teme, tiene esperanza y amor misericordioso. Ve la luz, ve a mi Hijo. Como apóstoles míos, los llamo para que intenten ser ejemplo de amor misericordioso y de esperanza. Siempre vuelvan a orar para tener el mayor amor posible, porque el amor misericordioso porta la luz que aniquila toda tiniebla, porta mi Hijo. No tengan miedo, no están solos: Yo estoy con ustedes. Les pido que oren por sus pastores, para que en todo momento tengan amor, y actúen con amor hacia Mi Hijo, por medio de Él y en memoria de Él. ¡Les doy las gracias!”
Fuente: https://rosasparalagospa.com

miércoles, 20 de abril de 2016

(LA ERA DE MARÍA) Mensaje sobre La Victoriosa Reina del Mundo dado a Sor Natalia Magdolna "...El mundo inmerso en el pecado tiene que ser destruido de acuerdo con mi justicia. Luego vi a Jesús, el Amor Misericordioso, cerca del Padre, suplicando; se postró ante el Padre, y aunque unido a Él, Él era sin embargo una persona distinta; dijo: – ¡Padre mío, soy tu Hijo. Me ordenaste morir por este mundo! Luego Él mostró sus heridas que ardían como fuego. La mano del Padre celestial –que ahora no parecía una mano paternal, sino una mano pesada, justa y castigadora- cargaba su peso sobre el mundo. Luego Jesús puso su mano herida debajo de la de su Padre y pidió: –Por favor, ¡ten misericordia por algún tiempo! Pero la mano del Padre celestial empujó hacia abajo la mano de Jesús y dijo: –No, Hijo mío, el pecado está clamando justicia. Esta fue una visión terrible, porque parecía que la justicia prevalecería sobre el Amor Misericordioso. Entonces Jesús miró a su Madre que estaba a su lado y exclamó: –Madre Inmaculada, ven, ayúdame a sostener la mano de mi Padre celestial. En el momento en que la Santísima Virgen puso su mano debajo de la de Jesús, el Padre celestial levantó la suya y dijo: – ¡Hijo mío!, la misericordia ha prevalecido. El mundo pecador ha alcanzado misericordia debido a las súplicas de la Madre Inmaculada de Dios. Encomendaremos a Ella la tarea de salvar al mundo. Para salvar al mundo, Ella necesita poder. Por lo tanto dotamos a la Inmaculada Madre de Dios con los poderes de Reina. Su título será: -La Victoriosa Reina del Mundo-..."


DESIGNIOS DE DIOS PARA EL FUTURO DEL MUNDO


¡Este es el tiempo de María!

Vi a la Santísima Trinidad hablar sobre el destino de la humanidad ahora inmersa en el pecado. Los ángeles, los santos y todo el cielo postrados al mismo tiempo, la adoraban en silencio. El Padre celestial dijo: 

–El mundo inmerso en el pecado tiene que ser destruido de acuerdo con mi justicia. 
Luego vi a Jesús, el Amor Misericordioso, cerca del Padre, suplicando; se postró ante el Padre, y aunque unido a Él, Él era sin embargo una persona distinta; dijo: 
– ¡Padre mío, soy tu Hijo. Me ordenaste morir por este mundo! 
Luego Él mostró sus heridas que ardían como fuego. La mano del Padre celestial –que ahora no parecía una mano paternal, sino una mano pesada, justa y castigadora- cargaba su peso sobre el mundo. Luego Jesús puso su mano herida debajo de la de su Padre y pidió: 
–Por favor, ¡ten misericordia por algún tiempo! 
Pero la mano del Padre celestial empujó hacia abajo la mano de Jesús y dijo: 
–No, Hijo mío, el pecado está clamando justicia. 
Esta fue una visión terrible, porque parecía que la justicia prevalecería sobre el Amor Misericordioso. Entonces Jesús miró a su Madre que estaba a su lado y exclamó: 
–Madre Inmaculada, ven, ayúdame a sostener la mano de mi Padre celestial. 
En el momento en que la Santísima Virgen puso su mano debajo de la de Jesús, el Padre celestial levantó la suya y dijo: 
– ¡Hijo mío!, la misericordia ha prevalecido. El mundo pecador ha alcanzado misericordia debido a las súplicas de la Madre Inmaculada de Dios. Encomendaremos a Ella la tarea de salvar al mundo. Para salvar al mundo, Ella necesita poder. Por lo tanto dotamos a la Inmaculada Madre de Dios con los poderes de Reina. Su título será: “La Victoriosa Reina del Mundo”. El género humano que está condenado a morir a causa de sus pecados, recibirá gracia y salvación a través de Ella. Pondremos bajo su manto una multitud de ángeles. 

Tan pronto como el Padre celestial pronunció estas palabras, los ejércitos celestiales dieron gritos de alegría, alabando a María. Cuando apareció la Virgen Madre, estaba adornada con sus tres grandes virtudes: pureza inmaculada, amor ardiente y profunda humildad. Viéndola –aunque Él mismo se las había dado- ¡hasta Dios estaba admirado! 

Su Corazón estaba lleno de felicidad por aquellas palabras: “la humildad será exaltada”, que como desconocida Niña de Nazareth pronunció en el Magnificat y que se habían realizado en Ella. La Santísima Trinidad la coronó. La brillante corona tenía tres piezas, significando al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Cuando el manto real fue traído, vi que su prendedor estaba reluciente. Esto también significaba su parentesco con la Santísima Trinidad, como hija del Padre, madre del Hijo y esposa del Espíritu Santo. 

Dios en tres personas actuó en la Madre Inmaculada, como si el Espíritu Santo la hubiera cubierto de nuevo con su sombra, para que Ella pudiera dar otra vez Jesús al mundo. El Padre celestial la llenó de gracias. De parte del Hijo, indecible felicidad y amor irradiaban hacia Ella, como si Él quisiera felicitarla, mientras decía: 

– ¡Mi Inmaculada Madre, Victoriosa Reina del Mundo, muestra tu poder! Ahora serás la salvadora de la humanidad. Así como fuiste parte de mi obra salvadora como Corredentora, de acuerdo con mi voluntad, así quiero compartir contigo mi poder como Rey. Con esto te confío la obra salvadora de la humanidad pecadora; Tú puedes hacerlo con tu poder como Reina. Es necesario que Yo comparta todo contigo. Tú eres la Corredentora de la humanidad. 

Entonces vi que su manto estaba impregnado con la sangre de Jesús, y esto le daba un color escarlata. Mi atención luego fue a los ángeles, quienes rodeaban a su Reina con gran reverencia. Los ángeles vestían de blanco, rojo y negro. Entendí que el blanco simbolizaba la futura pureza del mundo, el rojo el martirio de los santos y el negro el luto por el destino de las almas condenadas. 

Entonces la Virgen María empezó a caminar suavemente y con majestuosidad hacia el mundo. Vi al mundo como una esfera gigante cubierta con una corona de espinas y que estaba llena de pecado, y a Satanás, en forma de serpiente enrollada alrededor y salían de él toda clase de pecados y suciedad. La Virgen Madre se levantaba erguida sobre el globo como la Victoriosa Reina del Mundo. Su primer acto como Reina fue cubrir al mundo con su manto, impregnado con la sangre de Jesús. Entonces Ella bendijo al mundo y vi que al mismo tiempo la Santísima Trinidad también bendecía al mundo. 

La serpiente satánica entonces la atacó con terrible odio; de su boca salían llamas. Temí que su manto fuera alcanzado por el fuego y ardiera, pero las llamas no podían ni siquiera tocarlo. La Virgen María estaba tranquila como si no estuviera en una contienda, y serenamente pisó el cuello de la serpiente. La serpiente no cesaba de arrojar llamas, símbolo de odio y venganza, pero no podía hacer nada, mientras la corona de espinas, hecha de pecados, había desaparecido de alrededor del mundo, y desde su centro una azucena brotó y empezó a abrirse. 

Vi también que la bendición de la Virgen Madre había caído en todas las naciones y personas. Su voz era indescriptiblemente apacible y majestuosa cuando dijo: 

– ¡Aquí estoy! ¡Yo ayudaré! ¡Yo traeré orden y paz! 

Jesús entonces me explicó: 

–Mi Madre Inmaculada vencerá el pecado mediante su poder de Reina. La azucena representa la purificación del mundo, la llegada de la era del paraíso, cuando la humanidad vivirá como sin pecado. Habrá un mundo nuevo y una era nueva. Será la era en que la humanidad recobrará lo que perdió en el paraíso. Cuando mi Madre Inmaculada pise el cuello de la serpiente, las puertas del infierno se cerrarán. Los ejércitos de los ángeles tomarán parte en la lucha. Yo he sellado a los míos con mi sello para que ellos no se pierdan en esta batalla.

¿Cómo apresurar la victoria de la Reina del Mundo?

Jesús dijo: 

–Mi Madre Inmaculada será la Corredentora de esta era que viene. 
–Jesús mío, ¿qué debemos hacer para acelerar la victoria de Nuestra Madre Inmaculada y nuestra Reina? 
–Díganle con frecuencia: “¡Madre Nuestra Inmaculada, muéstranos tu poder!” 
Cuando repetí esta oración, le pregunté a nuestra Madre: 
– ¿Qué quieres que hagamos hasta que llegue tu gloriosa era? 

El vestido de la Virgen cambió de color. Estaba cubierto con un velo negro transparente, aunque en su cabeza todavía vi su triple corona. Su feliz semblante de improviso cambió a una expresión de profunda tristeza. Dobló sus manos y rogó por el mundo, llamando a todos: “¡Vengan, mis queridos hijos, y junto conmigo consuelen al Padre celestial que está profundamente ofendido!” 
Fue claro para mí que todo el mundo, en especial modo Hungría, tenía que hacer mucha penitencia, reparación y sacrificios. 

Jesús me explicó en numerosas ocasiones qué es lo que Él consideraba como reparación y lo que deseaba que hiciéramos. 


1. La primera forma de entender la reparación es que cada uno se esfuerce por cambiar su vida. 
2. “Yo redimí al mundo con ayuno y oración durante la noche. Yo pido ayuno, oración, rezar la Hora Santa, orar en la noche y aguardar con paciencia los sufrimientos por mi amor”. 
3. Jesús nos pide el rezo del rosario. Vi que cuando se reza cada cuenta, una gota de la sangre de Jesús cae sobre la persona por quien se dice, o sobre aquellas almas que Jesús quisiera salvar. Esto fue pedido especialmente por las almas del purgatorio. 
4. Jesús pide en particular la devoción al Corazón Inmaculado de su Madre.
La oración de la noche

La Santísima Virgen pide una hora de reparación (Hora Santa) los jueves. Puede hacerse individualmente o en familia, o en comunidad; en la iglesia ante el Santísimo Sacramento o en el hogar, rezando el rosario, leyendo y meditando las Escrituras, poniéndonos en la presencia de Jesús y de su Madre Inmaculada. 

Cuando uno se despierta en la noche, debe tratar de rezar alguna oración antes de volverse a dormir; mucha gente que no puede dormir en la noche, especialmente personas mayores, pueden llenar su tiempo con la oración, rezando por las almas que en esos momentos estén en agonía. La Virgen Madre dijo: “Si más y más almas oran en la noche, la Llama de mi Amor crecerá proporcionalmente con el número de los que oran”. 


("La Victoriosa Reina del Mundo" - Sor Natalia Magdolna)

domingo, 17 de abril de 2016

Revelador Mensaje (dictados) de Jesús a Marga de España (Libro del Reinado Eucarístico) sobre los dos extremos radicales que impulsan el cisma y entre los cuales se encuentra en medio S.S. El Papa Francisco, extracto de las páginas 517-518 "....(05/10/2015) Llegarán días en los que la casa de Israel se va a poner en contra de la casa de Israel. Nación contra nación, pero también Iglesia contra Iglesia. Los de la falsa Iglesia contra los de la Verdadera. Cada uno creerá que se encuentra en la Nación verdadera y en la Iglesia Verdadera. Y como tal, que se sabe poseedor de la verdad, luchará frente al contrario. La Tradición frente a la liberalidad. La Tradición defendiendo la REBELION en mi propia casa. Vosotros no sed ni de unos ni de otros. Se hablará se Falsa Iglesia y de Iglesia Verdadera, pero la división no estará en lo que aparenta. Aparentemente la Tradición ha logrado imponerse sobre la Liberalidad de las costumbres, y ha logrado salvaguardar el depósito de la fe, pero no es más que un SEÑUELO. Estos serán los encargados de poner orden y de defender los pilares de la Iglesia. Serán los encargados de derrocar a mi Papa, excomulgado a los Obispos liberales, que supuestamemte le apoyan. Ni unos ni otros, son la masonería. La masonería es quien actúa encubierta en uno y otro bando y quien hace hacer esta lucha (entre uno y otro) sin dar la cara. Dará la cara luego. De momento actúa oculta en los dos bandos y propugna la lucha y la división. Es propio del espíritu de las tinieblas dividir ..."

Clic en la Imagen (Ver Mensaje) 

jueves, 14 de abril de 2016

Entrevista con el Padre Cesare Truqui, exorcista de la diócesis de Coira, en Suiza, y ponente en el XI curso “Exorcismo y oración de liberación” del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma (en el que se inspiró la película El Rito de Anthony Hopkins): "...El exorcismo en sentido real es ministerio dentro de la Iglesia que el obispo confiere a algunos sacerdotes. Puede ser ejercido sólo por sacerdotes, no por laicos, y sólo por aquellos que tienen un permiso explícito del obispo. La oración de liberación, en cambio, puede hacerla cualquier persona, hombre o mujer, laico o sacerdote, en virtud de nuestro cristianismo porque Jesús dijo: “El que cree en mí expulsará a los demonios”. El exorcismo, además, es un mandato directo al demonio, mientras que la oración de liberación es una súplica a Dios o a la Virgen para que intervenga..."


Hay que confesarlo: el tema “exorcismo” y “posesión diabólica” suscita en general, en nuestra mentalidad moderna, una reacción entre de fascinación por esos misterios que evoca, y la abierta incredulidad. Material para el cine, que da que pensar.

Pero la práctica del exorcismo está regulada por la Iglesia católica con el ritual De exorcismis et supplicationibus quibusdam (Rito de exorcismo y oraciones para circunstancias particulares, adoptado en 1998 en sustitución del anterior más antiguo, que puede seguir usándose), y está sujeta a vínculos y prescripciones.

Hunde sus motivaciones en la Sagrada Escritura, y en la teología. Es materia delicada que debe ser tratada con prudencia por sacerdotes preparados y equilibrados (“dotado de piedad, de ciencia, de prudencia e integridad de vida”), expresamente autorizados por el propio obispo.

Aleteia habló con Cesare Truqui, exorcista de la diócesis de Coira, en Suiza, y ponente en el XI curso “Exorcismo y oración de liberación” del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma (en el que se inspiró la película El Rito de Anthony Hopkins).

– ¿Qué tipo de mal se afronta con el exorcismo?

Un mal personificado. Pablo VI habló de “humo de Satanás”. No la simple “privatio bonis”, privación de un bien, que describe la filosofía, sino un mal eficaz, operante. Hablamos de la presencia de un ser malvado. Lo que este ser malvado es sólo puede decirlo la fe, no la ciencia. La fe nos habla de la existencia de seres espirituales: los buenos son los ángeles, los malos son los demonios.

– El mal entendido como entidad que se posesiona físicamente es un poco difícil de aceptar, ¿o no?

Sí, es verdad, porque normalmente en la vida no se da una experiencia de este tipo. Yo, por el ministerio que tengo desde hace tantos años, he tenido la oportunidad de encontrarme a estas personas y para mí es más fácil creer que ciertos fenómenos existan.

– ¿Cómo comenzó?

Fue la Providencia. Cuando fui ordenado sacerdote, hace 12 años, participé en un curso con sacerdotes exorcista, como Bamonte y Amorth. Sucedió que se presentó el caso de un señor francés de 40 años poseído por Satanás que necesitaba un exorcista, pero Bamonte no hablaba inglés ni francés. Así que me pidieron que les ayudara en el diálogo preliminar.

– ¿Qué sensaciones tiene cuando se encuentra ante la manifestación del mal?

Son sensaciones que cambian con el tiempo. En las primeras sesiones de exorcismo en las que participé, la impresión más fuerte fue la confirmación tangible de que el Evangelio que había leído y meditado era cierto. En el Evangelio Jesús lucha contra el demonio que se da distintos nombres: “me llamo Legión, me llamo Satanás”. En el Antiguo Testamento, en el Libro de Tobías, hay un demonio que se llama Asmodeo. Yo estos nombres los he oído pronunciar a los demonios en varias sesiones de exorcismo. A nivel espiritual ha sido una experiencia muy rica porque me ha permitido experimentar en la carne, a través de los sentidos, la realidad de la que hablaba Jesús.

– ¿Y a nivel tangible?

En el caso del hombre francés de mi primer caso, recuerdo que al manifestarse el demonio, tenía la impresión de estar rodeado por la soberbia, como si fuera humo o niebla. Es difícil de explicar, pero la soberbia parecía algo que se pudiese tocar, llenaba la habitación. El exorcista le pidió el nombre y él respondió: “Soy rex”. No hay un demonio que se llame “rex”, rey. El exorcista insistió: “Dime tu nombre” y él respondió finalmente: “Soy Satanás, el príncipe de este mundo”.

– ¿Por qué se le pregunta el nombre?

Lo requiere el Ritual con un objetivo preciso. Dar el nombre a algo o tener el nombre significa tener poder sobre ese algo. De hecho, Dios da a Adán el poder de dar un nombre a las cosas. En el momento en que el demonio revela su nombre, demuestra está debilitado. Si no lo dice, es aún fuerte.

– ¿Hay signos típicos de la posesión?

Los previstos por el Ritual. Son cuatro: la aversión a lo sagrado, hablar lenguas desconocidas o muertas; tener una fuerza extraordinaria que va más allá de la naturaleza de la persona; el conocimiento de cosas ocultas o escondidas.

– ¿Las personas pueden ponerse a sí mismas en peligro?

Sí. Acercándose a todo lo que tiene que ver con la magia, el ocultismo, la brujería, la cartomancia. Si para ser santos ayuda el ir a Misa, rezar, confesarse, acercarse a Dios, igualmente, misas negras, ritos satánicos, películas y música de este tipo tienen el efecto de acercarse al demonio.

Tuve el caso de una señora que empezó a leer las cartas, como hacen muchos por diversión. Sólo que a ella le sucedía que adivinaba de verdad el pasado y el presente de las personas, y en algunos casos el futuro. Y naturalmente tenía un gran éxito. En cierto momento comprendió de quién dependía su éxito, y dejó de hacerlo, pero era demasiado tarde: estaba poseída.

– ¿Cómo es posible hacer un maleficio?

Igual que yo puedo encargar a alguien que mate a una persona, puedo pedir a un demonio que haga un daño. Pero atención: la grandísima mayoría de los ritos realizados por supuestos magos son estafas, sin efecto alguno.

– ¿Basta un exorcismo para liberar a la persona?

Es dificilísimo. Normalmente se necesitan muchos exorcismos.

– ¿Funciona como una terapia?

Sí. El exorcismo es un sacramental, no un sacramento. El sacramento es eficaz en sí mismo. Si doy la absolución a alguien en confesión, en ese momento, verdaderamente, sus pecados están perdonados. El exorcismo, en cambio, es eficaz en la medida de la santidad del sacerdote, de la fe de la persona para la que se hace el exorcismo y de toda la Iglesia. Si hoy son menos eficaces los exorcismos, es porque toda la Iglesia es más débil.

– ¿Qué diferencia existe entre exorcismo y oración de liberación?

Ambos tienen el mismo fin: buscan la liberación de la persona de la influencia del mal o de la posesión. El exorcismo en sentido real es ministerio dentro de la Iglesia que el obispo confiere a algunos sacerdotes. Puede ser ejercido sólo por sacerdotes, no por laicos, y sólo por aquellos que tienen un permiso explícito del obispo.

La oración de liberación, en cambio, puede hacerla cualquier persona, hombre o mujer, laico o sacerdote, en virtud de nuestro cristianismo porque Jesús dijo: “El que cree en mí expulsará a los demonios”. El exorcismo, además, es un mandato directo al demonio, mientras que la oración de liberación es una súplica a Dios o a la Virgen para que intervenga.

– ¿Cuántas personas que se han dirigido a usted estaban realmente poseídas?

Poquísimas.

– ¿Y entonces por qué hay tanto temor?

Entre las personas que se dirigen a mi distingo tres casos: el verdadero poseído, el no poseído y el caso problemático. El primero y el último son los más fáciles: sabes que se trata de un verdadero poseído porque manifiesta los cuatro signos y porque cuando pronuncias las oraciones la persona entra en trance y reacciona de un modo que el exorcista conoce. Se puede fingir, pero es difícil.

En el segundo caso, con la experiencia de sacerdote y confesor, comprendes cuándo hay problemas espirituales o psicológicos, y cuándo puedes descartar la influencia diabólica.

El problema es cuando encuentras uno que parece de verdad poseído pero no lo está, porque existen traumas profundos que se acompañan con comportamientos de riesgo, como ir a sesiones espiritistas o acudir a echadores de cartas.

Conocí a una joven que fue violada por un supuesto mago latinoamericano que se había encaprichado con ella. Un día le dio un café drogado y la violentó: ella era consciente pero no podía reaccionar. Este enorme trauma le hizo pensar en la posesión diabólica a través de la droga y por la violencia sufrida.

Creí que estaba de verdad poseída. Cuando recé y le impuse las manos durante el exorcismo, sin embargo, ella nunca entró en trance y no hubo rastro de otros fenómenos. Comprendí, por tanto, que la causa era diversa. Este es el motivo por el que en el curso para exorcistas se tratan perfiles médicos y psiquiátricos que pueden entrar en juego en estas situaciones.

– ¿Las personas que están realmente poseídas cómo viven?

En realidad viven de forma normal. El demonio no actúa continuamente en ellos. Puedo hacer una comparación paradójica para intentar explicarlo: si una persona compra un auto, ese auto está a su disposición, lo usa cuando quiere. Puede usarlo para ir a la oficina y después tenerlo aparcado. Lo mismo sucede con la persona poseída. Hay momentos en los que el demonio actúa: entra en el auto y maneja como quiere; en otros momentos no. El auto tiene un dueño, pero el dueño no lo utiliza.

– ¿Cuándo es necesario ir a un exorcista?

Cuando lo que te sucede se sale de lo normal. Había una señora que conocí en Roma que era atea: una católica sólo bautizada que no creía en nada. Quedó poseída, no recuerdo en qué circunstancia. Comenzó a oír continuamente voces que la incitaban a matar a su esposo y a su hijo y a quitarse la vida.

Pensó que estaba loca y recurrió a un psiquiatra, pero este se encontró ante una persona muy inteligente, coherente y con gran claridad de ideas. El psiquiatra no pudo curarla. Un día, las termitas se comieron todos los vestidos de la señora, sin tocar los del marido – que estaban en el mismo armario – ni los del hijo. Y en la casa no hay termitas. Algo inexplicable.

Una amiga suya le aconsejó que fuera al padre Amorth y éste encontró que estaba poseída. Y sin embargo, ella no creía ni en los ángeles ni en los demonios. Ahora se ha vuelto una cristiana practicante. ¿Por qué Dios permite esto? También por el bien de las personas.

– ¿Ha podido preguntar a alguno de ellos qué sintió durante el exorcismo?

Pregunté a ese señor francés del que hemos hablado qué sentía durante el exorcismo, y él me explicó que sentía como si dentro de él hubiese un campo de batalla. Por una parte sentía a los demonios correr desesperados y hablar entre ellos; por la otra, cuando el sacerdote rezaba, sentía que la luz de Dios los expulsaba, para después volver de nuevo.

– ¿Qué historia le impresionó más?

La experiencia de un demonio mudo. Jesús habla de ello en el Evangelio y dice que son los más difíciles de expulsar, y que salen sólo con la oración y el ayuno. Es una rareza un demonio mudo. En 12 años de exorcismos, me ha sucedido sólo una vez.

– ¿Nunca tiene miedo?

Al principio sí, después te acostumbras a ciertas manifestaciones y ya no te sorprende oír que la voz cambia: una mujer que empieza a hablar con voz débil y después pasa a un tono cavernoso. Hay que estar atentos a no caer en la obsesión por el maligno. El exorcista sabe que el diablo existe, pero no está en todas partes. Sobre todo he comprendido que el exorcismo es un ministerio de misericordia: un acto de amor hacia una persona que sufre. Solo esto.

domingo, 10 de abril de 2016

¡ Milagros de Incombustibilidad ! Hay un hecho famoso que es la incombustibilidad del dedo de San Celso, que en el año 979, Egberto de Tréveris, queriendo comprobar la autenticidad del cuerpo de San Celso, hizo envolver en un paño la falange de un dedo y ordenó que se echara en un incensario lleno de carbones ardiendo; la reliquia permaneció todo el tiempo del canon de la Misa en el incensario y fue retirada intacta (Mabillon)

En 1924, en oportunidad del Congreso Eucarístico de Amsterdam, se recordó el célebre milagro acaecido en esa ciudad en 1345: una hostia, devuelta por un enfermo y echada en el fuego, quedó intacta en medio de las llamas: fue retirada con la mano por una sirvienta que no sufrió ninguna quemadura. El Consejo de los regidores procedió a una investigación severa y, el año siguiente, Jan van Arkel, obispo de Utrecht, después de un examen serio de los hechos, declaró que debía considerarse a Dios como autor de los prodigios comprobados.
La historia religiosa menciona numerosos hechos de esta naturaleza. Nos limitaremos naturalmente a los que conciernen al cuerpo humano y tomaremos como guía a Olivier Leroy, cuyo opúsculo plantea perfectamente el problema biológico y filosófico.

INCOMBUSTIBILIDAD EN SANTOS

El ejemplo clásico es el de los tres jóvenes hebreos Ananías, Misael y Azarías, que Nabucodonosor hizo echar en un horno, “siete veces más ardiente que de costumbre”, por haberse rehusado a inclinarse ante una estatua de oro erigida por orden del rey.
En seguida los tres hombres fueron atados y echados en medio de las llamas del horno, con sus medias, sus tiaras, sus zapatos y sus vestidos.
Pues el mandato del rey era poderoso. Y como el horno estaba calentado extraordinariamente, las llamas del fuego hicieron morir a los hombres que habían echado en él a Ananías, Misael y Azarías.
Entretanto esos tres hombres, Ananías, Misael y Azarías cayeron atados entre las llamas, alabando a Dios y bendiciendo al Señor…
Y el ángel del Señor descendió hacia Azarías y sus compañeros en el horno y apartó las llamas
Y formó en el medio del horno un viento fresco y un dulce rocío y el fuego no los tocó en ninguna forma, ni les molestó en nada ni les hizo sufrir algún dolor…
Entonces el rey Nabucodonosor quedó asombrado, se levantó de repente y dijo a los grandes de su corte: “¿No hemos echado tres hombres en el fuego?” Ellos respondieron al rey: “Sí, señor”.
Y Nabucodonosor les dijo: “Sin embargo yo veo a cuatro que caminan sin ataduras en medio del fuego y que son incorruptibles entre las llamas y el cuarto de ellos se parece al hijo de Dios”.
Entonces Nabucodonosor, acercándose a la puerta del horno ardiente, dijo: “Ananías, Misael y Azarías, servidores del Altísimo, salid y venid”. Y en seguida Ananías, Misael y Azarías salieron del fuego.
Y los sápatras, los primeros oficiales, los jueces y los grandes de la corte del rey observaron atentamente a esos jóvenes y vieron que el fuego no había tenido acción alguna sobre sus cuerpos, que ni un solo cabello de su cabeza se había quemado, que no se veía rastro de las llamas en sus vestiduras y que ni el mismo olor del fuego los había alcanzado”. (Daniel, III, 21-94).
Las Acta sanctorum describen más de cincuenta casos de incombustibilidad en mártires y más de una decena en otros santos. Tertuliano nos habla del apóstol San Juan caído completamente (demersus, sumergido) en aceite hirviendo y milagrosamente preservado. O. Leroy refiere como rodeada de garantías especiales de autenticidad (las declaraciones de los testigos oculares han llegado hasta nosotros en las causas oficiales), la incombustibilidad de Juan Buono, fundador de la ermita de San Agustín, que falleciera en 1245.
Un día, Juan Buono, sentado cerca del fuego con algunos Hermanos, comenzó a exhortarles a la perseverancia religiosa. Si tenían confianza en Dios, les aseguraba, su protección no les faltaría ni en las cosas materiales ni en las espirituales. Dios está siempre dispuesto a hacer milagros por sus amigos… Y para probarlo, Juan se levantó y, caminando sobre las brasas del hogar, las removió como se hace con el agua cuando se lavan las manos. Quedó haciéndolo aproximadamente durante el tiempo necesario para rezar la mitad del salmo Miserere mei Deus… El hermano Salveti examinó los pies, las piernas y la orla inferior de la túnica, pero no halló rastro alguno del fuego”.
Santa Catalina de Sena, durante un éxtasis, cayó en un gran fuego encendido y fué hallada, por su cuñada, en medio de las brasas y las llamas, sin daños ni en el cuerpo ni en los vestidos.
El proceso de canonización de San Francisco de Paularegistró también las declaraciones de testigos oculares de hechos de incombustibilidad: reparación de un horno de cal viva, manejo de hierros candentes y de brasas ardiendo.
¿No es oportuno relacionar estos hechos con milagros de detención de un incendio, como el que presenció Turena y que narra el general Weygand? Este dice: “Pascal fué profundamente sorprendido en 1656, cuando su sobrinita fué sanada por un milagro de la Santa Espina. Turena lo fué también por el que se produjo en el Louvre durante el incendio que estalló allí poco antes de la muerte de Mazarino; las llamas fueron detenidas por el Santísimo Sacramento llevado por un sacerdote“Yo lo he visto,decía Turena; no puedo dudaryo lo he visto”.

INCOMBUSTIBILIDAD JUDICIAL (ORDALÍAS)

La prueba del fuego es una costumbre de origen bárbaro, que parece remontarse a la más lejana antigüedad. Muchos Santos se sometieron a ella para justificarse de una acusación, como San Juan Limosnero y San Brice, hechos que la vinculan con la incombustibilidad de los Santos. Un ejemplo célebre es la ordalía sufrida por Ema, hija de Ricardo II, duque de Normandía, y madre de San Eduardo.
“Ema, merced a algunos señores ingleses, tenía demasiada influencia política. El apoyo que hallaba en el obispo de Winchester, hizo que se le atribuyera a ese prelado como amante. Roberto, arzobispo de Canterbury, sugirió que la reina debía purgarse de esa acusación por la prueba del fuego. Y así se decidió. Ema daría nueve pasos con los pies desnudos, sobre nueve rejas de arado enrojecidas en el fuego. Ella ofreció de dar cinco pasos más, por cuenta del obispo, su presunto cómplice.
La reina se preparó a la prueba, pasando la noche en oración sobre la tumba de San Swithin; luego la ordalía tuvo lugar en la iglesia que lleva su nombre. Ema apareció vestida como una mujer común. Llevaba una pequeña túnica que le llegaba a las rodillas. Sus piernas y sus pies estaban desnudos. Dos obispos la conducían. Ella avanzó sobre las rejas candentes en presencia de Eduardo y de los dignatarios del reino. Ella caminaba —dicen las crónicas— con los ojos fijos en el cielo. Pasó sobre las rejas y al llegar al vestíbulo de la iglesia, preguntó si llegaría pronto al lugar peligroso. No había sentido nada. Eduardo, asombrado, quiso ser castigado por haber sospechado de su madre; se hizo fustigar públicamente”.
Los accidentes que se produjeron, obligaron a abandonar poco a poco esa prueba en nuestros países. Pero su larga persistencia, a pesar de los accidentes, es la prueba de que —como lo observa Leroy— hubo casos positivos. Por otra parte hay el testimonio de ejemplos modernos.
El padre Bouchet, misionero en Pondichery al comienzo del siglo XVIII, narra que muchos de sus fieles se sometieron a la prueba del aceite hirviendo y retiraron la mano sana. Uno de sus cristianos, celoso en grado extremo, llenó un recipiente de aceite.
Lo hizo hervir —escribe el padre Bouchet—, luego ordenó a su mujer de meter la mano en el aceite; ella obedeció en el acto, diciendo que no la retiraría hasta que él no se lo ordenara. La firmeza de esa mujer asombró al marido; quedó un momento sin decir nada, pero viendo que no daba señales de dolor y que su mano no se había quemado en absoluto, se echó a sus pies y le pidió perdón. Cuatro o cinco días después vino a verme con su mujer y me contó todo entre lágrimas. Yo interrogué a la mujer, que me aseguró que no había sentido otra cosa que como si su mano se hallara en el agua tibia… Se podrá creer lo que se quiera; pero yo que he visto hasta dónde llegaban los celos locos de ese hombre, y la convicción que después tenía de la virtud de su esposa, no puedo dudar de la verdad del hecho”

INCOMBUSTIBILIDAD RELIGIOSA NO CRISTIANA

La antigüedad nos ha transmitido el recuerdo de los Hirpes, a quienes alude Virgilio, y que, todos los años, hacían un sacrificio a Apolo sobre el monte Soracte y pasaban tres veces sobre brasas ardientes. En Castabala, en la baja Sicilia, las sacerdotisas de Diana Perasiacaminaban sobre el fuego sin quemarse. El “Firewalk” que se practica aún en la Polinesia, es muy conocido por las descripciones de ingleses o de misioneros franceses residentes en el Pacífico y que han sido testigos oculares. Los indígenas cavan una fosa de unos tres metros de diámetro. Ponen en el fondo un lecho de piedras y luego encienden un fuego intenso. El oficiante principal —parece— tiene el privilegio de la incombustibilidad, el “mana”, y puede comunicarlo a quien quiere: él mismo pasa sobre las piedras quemantes, seguido de los que le acompañan en el rito.
El coronel Gudgeon, de Rarotonga, pasó también sobre esas piedras calientes, el 20 de enero de 1898. Afirmó que no sintió ninguna sensación de calor, sino una picazón muy parecida a pequeñas conmociones o sacudidas eléctricas, que duró todavía algunas horas después de la experiencia. Sin embargo, el horno era muy caliente. Media hora después de su paso, unas hojas de ti, verdes, echadas sobre las piedras, se secaron y ardieron en llamas.
Ceremonias análogas tienen lugar en la India, pero en lugar de piedras calientes es un lecho de brasas inflamadas que sirve como camino de fuego. El 21 de agosto de 1899, en Peralur, un joven cayó sobre el brasero sin sufrir daño. Entre los que caminaron sobre los carbones encendidos, se hallaba un hindú europeizado: Rajagopal Moodelliar, de Madras, profesor en el colegio de Pachaiyappa. Cabe notar que en ciertas regiones, hay una alteración del rito: los fieles toman precauciones y patalean en el lodo antes de pasar por el brasero; esto reduce singularmente el valor de la prueba, pero confirma la de los casos desprovistos de esa precaución.

INCOMBUSTIBILIDADES DIVERSAS

Hay entre ellas la incombustibilidad de la convulsionariaMaría Sonnet, que el 12 de mayo de 1731, envuelta en una sábana y en convulsión permaneció durante treinta y seis minutos (en cuatro veces) entre las llamas de un fuego muy vivo, y una quinta vez nueve minutos, en presencia de once testigos, entre ellos un sacerdote, doctor en teología, un canónigo, Carré de Monegeron, consejero del Parlamento, etc.
El Journal des Savants publicó en 1677 un artículo pormenorizado sobre un prestidigitador inglés, Richarson, que “comía fuego”. En 1781, un médiumHome, realizó en presencia de William Crookes curiosas experiencias: transporte de un carbón en un pañuelo, encender un carbón mantenido en la mano, mediante el soplo; depósito de un carbón ardiendo, capaz de quemar un papel sobre el cual fué colocado, sobre la mano de una asistente, que no sintió dolor alguno; cara entre las llamas, etc.
En 1921, monseñor Despatures, párroco y luego obispo de Mysore fué invitado por el rey a una experiencia con fuego.
“La experiencia —escribió a O. Leroy— debía realizarse en el Palacio de Verano; yo fui hacia las seis de la tarde. Se habia abierto en el parque una trinchera de cerca de un pie de profundidad, larga más o menos cuatro metros, ancha dos. Se había llenado esa fosa de carbón de madera rojo por un espesor de aproximadamente nueve pulgadas (25 centímetros).
Cuando llegué fui directamente al horno citado y lo examiné con mucha atención. No quería ser víctima de un timo. Di la vuelta con cuidado alrededor de la trinchera y me pude asegurar que se trataba de fuego real. Acercándose un poco, se sentían oleadas de calor espantosas. Cerca del horno se hallaba un mahometano de la India septentrional. Era el héroe de la velada…
Tomamos asiento a unos 25 metros del brasero. El Turco vino a prosternarse delante del rey, según la costumbre hindú y se fué hasta la trinchera ardiente. Creía que ese hombre penetraría él mismo en el fuego. Estaba equivocado. Se quedó a un metro del brasero e invitó a un empleado del palacio a caminar sobre las brasas. Le hizo una señal para que se adelantara y le espetó un discurso en el cual pareció poner toda su facultad de persuasión. El otro no se movió. Entretanto el Turco se le había acercado y tomándole por los hombros, lo empujó entre el fuego. En el primer momento el Hindú trató de salir del fuego; luego, de pronto, la expresión de terror pintada en el rostro, dejó lugar a una sonrisa asombrada y el hombre comenzó a atravesar la trinchera en el sentido de su longitud, lentamente, como quien pasea, y lanzando a derecha e izquierda miradas satisfechas.
El hombre tenía los pies y las piernas desnudas; cuando salió del brasero, sus compañeros lo rodearon y le pidieron sus impresiones. Las explicaciones del Hindú fueron convincentes, porque uno, dos, cinco y después diez sirvientes del palacio atravesaron entonces el horno. Luego les tocó el turno a los músicos del rey, entre los cuales había numerosos cristianos. Desfilaron de tres en tres por el fuego. En ese momento trajeron algunas carretillas de grandes hojas de palmera desecadas y las echaron sobre las brasas, de donde se elevaron llamas más altas que un hombre. El Turco persuadió nuevamente a muchos empleados de palacio para que atravesaran las llamas, lo que hicieron sin daño alguno. A su turno volvieron a pasar los músicos. Llevaban sus instrumentos y sobre ellos sus copias de la música en papeles. Y yo vi que las llamas lamían sus caras, rodeaban las distintas partes de los instrumentos y envolvían las hojas de papel sin inflamarse.
Calculo que doscientas personas caminaron sobre las brasas y un centenar pasaron entre las llamas. A mi lado se hallaban dos ingleses: el jefe de policía del reino (un católico) y un ingeniero. Solicitaron ambos del rey la autorización para intentar la experiencia; el rey les dijo que podían hacerlo bajo su responsabilidad personal. Se dirigieron al Turco, quien les hizo seña de pasar por el brasero. Cuando volvieron a mi lado, les pedí sus impresiones. “Sentimos que estábamos en un horno, contestaron, pero el fuego no nos hizo nada”. Cuando el rey se levantó para indicar que la sesión había terminado, el Turco, siempre a un costado del brasero, se revolcaba en el suelo, como atormentado por dolores atroces. Pedía agua. Unos sirvientes se la llevaron y él bebió con avidez. Un brahmín a mi lado hizo esta observación: “Él ha tomado sobre sí las quemaduras del fuego”.
Quince días después, el Turco ofreció una nueva sesión en un suburbio de la ciudad. Muchas personas pasaron sobre las brasas sin quemarse. Al final, aunque el Turco hubiera dado la señal para que nadie pasara más, tres personas siguieron el movimiento. Quedaron gravemente quemadas. Se las trasladó al hospital de la gobernación y el Turco fué citado por la justicia como responsable del accidente. Él se disculpó haciendo notar que nadie de los que habían pasado con su permiso, habían sufrido quemaduras y que esas personas habían penetrado en el brasero a pesar de sus advertencias.
Yo asistí a la experiencia en palacio, pero refiero los últimos hechos de oído.
¿A qué se pueden atribuir esos efectos? No creo que se le pueda asignar una causa material. Por lo demás, nada se empleó para ese fin. Yo creo en la influencia de una entidad superior que no es Dios…”
El relato de monseñor Despatures fué confirmado a O. Leroy por cuatro testigos: Rhimboo Cletty, secretario del rey, H. Lingaray Urs, A. B. Mackintosh, profesor y J. C. Rollo, principal del colegio de Musore. H. Lingaray Urs y J. C. Rollo atravesaron el fuego con su calzado puesto: ninguno de los dos sintió ninguna sensación de quemadura ni rastro alguno de fuego.

APRECIACIÓN DE LOS HECHOS

Es conveniente en primer lugar recordar las condiciones que confieren naturalmente cierta incombustibilidad relativa al cuerpo humano. Es el fenómeno de la calefacción, observado por Heller en 1746, y estudiado después por Boutigny, Baudrimont y Pouillet. Mojando la mano, con preferencia en un líquido muy volatilizable (alcohol, éter) o aun si ella está húmeda de sudor, se puede mantenerla en plomo fundido o tocar una colada en fusión; hasta se puede pasar la lengua sobre un hierro al rojo sin quemarse. Pero la prueba “debe hacerse muy rápidamente y también con mucha habilidad, porque la simple irradiación puede quemar las partes de la mano cercanas a la que toca el metal fundido” (Cazin, La Chaleur, Hachette, París, 1867).
En realidad, la inmunidad es causada por la capa aisladora que se forma alrededor de la mano por el líquido volatilizado, y no es por lo tanto, más que muy breve.
El fenómeno, por lo demás, es empleado frecuentemente en forma práctica por los obreros metalúrgicos, los cocineros, y otros que manejan rápidamente un objeto candente, brasas, etc. Es así que se puede apagar una vela, aplastando el pabilo entre los dedos.
Recordemos que cada kilogramo de sudor, para evaporarse, consume alrededor de 537 calorías.
Comparando estos datos físicos con los ejemplos de incombustibilidad citados, parece que bien pocos pueden explicarse naturalmente. Sería necesario hacer experimentos para establecer las posibles discriminaciones.
En todo caso, los hechos mayores: los hebreos en el horno, Juan Buono, María Sonnet, la experiencia de Mysore, en que los vestidos participan de la incombustibilidad, parecen irreductibles a un proceso natural. Por eso, sobre todo comprobando la frecuencia y el predominio del elemento religioso en esos hechos, estamos inclinados a pensar en el elemento sobrenatural.
Elemento sobrenatural: intervención de Dios mismo en el cristianismo, para recompensar la fe y la virtud; elemento preternatural angélico (evidente por los hebreos Ananías, Mosael y Azarías) o diabólico.
Pero aún este caso, es verosímil admitir, como la mayoría de los milagros que la intervención sobrenatural actúa solamente para determinar y completar los factores naturales realizables. Este problema de la incombustibilidad tanto natural como sobrenatural del cuerpo humano, merecería por lo tanto, serios estudios y experimentos, desde todos los puntos de vista.
Fuente: Dr. Henri Bon, Medicina Católica, (1942)

viernes, 8 de abril de 2016

Los diez mandamientos de la Sanación (Rev. Robert De Grandis S.S.J.): Se dice que San Francisco Javier enseñó a los niños en India a orar y sanar a los enfermos. Después de haber sido sanados, eran traídos ante él y éste les explicaba lo que había ocurrido. Se dice también que Vicente Ferrer, el dominico, resucitó más gente de la tumba que Jesús. Estas personas no fueron más perfectas de lo que somos nosotros y todos estamos habilitados por el mismo Espíritu Santo que reside dentro de cada uno de nosotros. Se supone que podemos hacer obras más grandes que Jesús, “…pero les digo: el que cree en mí hará las mismas cosas que yo hago y aún hará cosas mayores” (Jn. 14:12)

Rev. Robert De Grandis S.S.J.
“Yo soy la vid, ustedes las ramas. Si alguien permanece en mí, y yo en él, produce mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada” (Jn. 15:5).
El padre Robert de Grandis, autor de este artículo, dice: las siguientes son unas guías que a veces denomino “mandamientos”. Pueden ser de utilidad en tus esfuerzos por la sanación de las demás.

1. Cree que Dios, por lo general, quiere que todos los hombres estén sanos, saludables, íntegros en cuerpo, mente y espíritu.

“Cuando Jesús bajó del monte, lo siguió mucha gente. Un leproso vino a arrodillarse delante de él y le dijo: Señor, si quieres, tú puedes limpiarme. Jesús alargó la mano, lo tocó y le dijo: ¡Lo quiero, queda limpio! (Mt. 8:1-3). En este pasaje bíblico tomado de la Biblia de Jerusalén hay admiración al final de la contestación dada por Jesús. Por un momento, imagínense el tono de la voz de Jesús diciendo: “Por supuesto, ¿ no se fijaron en lo que les estaba diciendo a las personas allí en el camino? No se fijaron en lo que hice ayer y ahora me preguntan: ¿Quiero sanarlos? Por supuesto que sí. ¡Sanaos!”
Esta historia, tomada del Evangelio, ilustra convincentemente el deseo de Jesús de sanar a todo aquel que viniera a El. Está escrita cuatro veces en los Evangelios: Jesús quería que todo aquel que viniera a El fuera sanado; Mateo 8:16, Mateo 12:15, Lucas 4:40, Lucas 6:19. Las mismas obras que Jesús realizó, las comisionó a sus apóstoles y discípulos. Nunca los envió únicamente a predicar, todo lo contrario. Siempre dijo: “Prediquen la Palabra y sanen al enfermo”. En mi opinión, la predicación y la sanación son inseparables.
Jesús dio a sus apóstoles las siguientes instrucciones: No vayan a tierras extranjeras ni entren en ciudades de los samaritanos, sino que primero vayan en busca de las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Mientras vayan caminando, proclamen que el Reino de Dios se ha acercado. Sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, echen demonios. Den gratuitamente, puesto que recibieron gratuitamente” (Mt 10:5-8). Nuestra misión, hoy día, es como fue la de los apóstoles en su época, convertirnos en seguidores de Jesús. Como católicos hemos aceptado abiertamente la invitación de ser testigos de Jesús, hacer sus obras ahora como El las hubiera hecho, a través del poder del sacramento de la confirmación. Por lo tanto, ahora que tú empiezas a orar por los enfermos y a leer el Nuevo Testamento prestando especial atención a la sanación, puedes preguntarte: ¿Dónde he estado todos estos años? Los Evangelios claramente expresan lo que Jesús dijo: “Prediquen el Evangelio y sanen a los enfermos”.
En el libro Sanación de Francis MacNutt hay un capítulo sobre sanación que recomiendo leer a todos. “El mensaje fundamental de la cristiandad: Jesús salva”. MacNutt dice que el mensaje del Evangelio es que Jesús salva y los domingos cuando el sacerdote o predicador está en el púlpito, debe predicar precisamente esto. Este simple mensaje puede ser enseñado, bien sea por la palabra hablada o dada, o por la comprensión que la gente derive a través de la sanación. Creo que Jesús concibió ambas cosas.
Cuando Kathryn Kuhlman vino a Mobile, Alabama en 1975, las entradas se agotaron. De hecho, hubo mucha gente que se quedó sin entrar. Por la misma época se presentó también en Mobile otro evangelista, un excelente orador y quien contaba con una enorme campaña publicitaria, pero que no contó con la cantidad de público que fue a escuchar a Kathryn Kuhlman. El único método que utilizó fue el de la predicación mientras que Kathryn usó la predicación y la sanación. Siempre que se han utilizado la predicación y la sanación, los ofrecimientos de Jesús, los auditorios donde se han llevado a cabo las presentaciones no han tenido la capacidad suficiente para albergar a toda la gente que ha querido acudir. Esto ha ocurrido en muchas ocasiones.
En mi propio ministerio tuve la misma experiencia recientemente cuando estaba en unos retiros espirituales en Brasil con sacerdotes, religiosas y laicos. La noticia de que se estaban llevando a cabo unos retiros espirituales de sanación se esparció por todos los vecindarios. Las puertas del lugar donde se desarrollaban los retiros fueron colmadas por personas provenientes de toda la región que querían asistir. ¿Por qué? Porque hay una atracción natural hacia la sanación. Esta atracción fue evidente también en la época de Jesús, cuando leemos que era seguido por multitudes. Todos necesitamos sanación, de una forma o de otra, porque seguimos siendo personas con necesidades.
Algunos teólogos afirman que el Señor no sana a la gente enferma de hoy porque esto era solamente para las personas del siglo primero. Sin embargo, en estas épocas modernas podemos ver claramente como la gente común y corriente tiene, en cierto sentido, un entendimiento más profundo del Señor, y visitan santuarios para hallar sanación, o siguen a predicadores, o acuden a la última aparición de Nuestra Santísima Madre para ser sanados. Personalmente, no tengo nada en contra de tomar un avión para ir a Lourdes, claro que el ochenta por ciento de los cristianos hoy en día no puede costearse este lujo, y la cristiandad no es sólo ese veinte por ciento que puede saltar a un avión e ir a santuarios o a lugares santos. La cristiandad está siempre a disposición de todos los hombres sin importar su raza, y el poder de sanación de Jesucristo está donde haya un cristiano, donde haya una apertura al poder sanador del Señor Jesucristo.
Mi método total de sanación se basa en la idea de que la sanación es “una respuesta a la oración”, opinión que ha sido objetada por algunas personas. Otros la ubican en la comunidad. Esto está bien ya que queremos darle importancia a la comunidad. Si podemos creer en el amor que el Señor nos tiene, entonces, El va a actuar a través de nosotros, que somos sus instrumentos, para darnos la respuesta a nuestra oración. Yo creo que Jesús, por lo general, quiere que todos los hombres sean sanados, porque El prometió darnos signos. “Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre(…) pondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán (Mc 16:17-18). Este relato bíblico refleja la actitud de Jesús sobre la sanación, fue resaltado, utilizado y vivido entre los primeros cristianos y cuyo poder nos fue dado a nosotros por el Evangelio según San Marcos.

En cada sanación existen cuatro factores: la persona que ora, la persona por la que se ora, la oración que se dice y la fe de la comunidad. Mencionaré aquí brevemente el cuarto factor. ¿Cuánta fe tenemos dentro de la comunidad católica para alcanzar la sanación? Hago siempre énfasis en la fe de la comunidad porque la experiencia me ha mostrado lo importante que es. Por ejemplo, estando en Birmingham, Alabama, una mujer que había pertenecido a la iglesia pentecostal antes de ser católica, me dijo un día algo con respecto a sus experiencias de sanación: “Padre, cada vez que nos enfermábamos, como miembros de la Iglesia pentecostal, acudían los ancianos y el ministro, nos ungían y nos sanaban en cada oportunidad. Nunca supe lo que era ir a donde el doctor. Hacíamos lo que la Biblia indica: El que esté enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia para que rueguen por él, ungiéndolo con aceite en el Nombre del Señor (Stgo. 5:14).

Esta mujer me hizo reflexionar sobre la fe de la comunidad que oró por ella. Concluí lo siguiente: Empezamos a orar por sanación y no nos sorprendamos si nuestras oraciones son contestadas. La comunidad entera, a diario, crece en afirmación y experiencia a medida que extiende la mano y ora por la sanación de los enfermos. La experiencia es supremamente importante ya que la mayoría de nosotros duda como Santo Tomás, y necesitamos ver la sanación para creer. Es triste decirlo, pero no espero que la mayoría de los católicos crean en la sanación sino hasta que la vean debido a la fuerte resistencia que tienen. Ellos la buscan en santuarios, lugares santos, y rezando novenas.
Una de las mejores experiencias de fe en mi vida ha sido la cruzada de Kathryn Kuhlman, en la que fui testigo de 100 sanaciones en Pittsburg. Mi experiencia personal hizo crecer mi fe. Algunas personas están haciendo un seguimiento a estas cruzadas de sanación argumentando que la gente no es en realidad sanada, sino solo aparentemente. A mi modo de ver lo que pasa es que cuando las personas salen de las sesiones de sanación, la fe y el amor retornan a sus comunidades negativas en donde no hay amor, paz o alegría, sino solo rabia, frustración y culpa. Estos últimos síntomas empiezan a aflorar de nuevo y los que habían sanado se enferman de nuevo porque el ambiente donde viven no cambia.
En la cátedra de “oración de sanación”, llevada a cabo en Mobile, Alabama, la gente entraba a la cafetería donde se estaban dando las clases, y los que tenían un dolor físico dejaban de sentirlo. Podían sentarse por dos horas en la clase sin experimentar ningún tipo de dolor, sintiéndose maravillosamente, pero cuando abandonaban la cafetería, el dolor regresaba. ¿Por qué? La fe de la comunidad es muy importante en toda el área de sanación y ciertamente uno de los factores primordiales.
“Señor Jesús, sé que deseas que todos te amemos en forma completa y que estemos totalmente bien para que podamos orar y alabar. Permite que el Espíritu Santo se manifieste hoy y que nos enseñe la verdad de que Tú realmente nos quieres saludables en cuerpo, mente y espíritu. Aumenta hoy nuestra fe como comunidad para creer en tu amor sanador”.

2. Recibe los sacramentos tan frecuentemente como te sea posible para lograr la sanación.

Nuestro Señor Jesús dio su vida por los hombres de todas las épocas. Para continuar con su trabajo de redención y de santificación a través de los tiempos, dio a la Iglesia los siete sacramentos con el fin de moldearnos, llenarnos, usarnos y fundirnos. Básicamente, gracias a los sacramentos, el hombre se sana.
El teólogo Donald Gelpi S.J., escribió lo siguiente en su libro La piedad pentecostal: “Pero los católicos no pueden redescubrir el propósito de estos sacramentos de manera significativa a menos que estén plenamente convencidos de que estos poseen un don efectivo de sanación. Esto, simplemente, significa que no podemos desechar o desdeñar más la sanación por la fe practicada por muchos de nuestros hermanos no católicos”.
Por el contrario, debemos entender su verdadero significado y lugar en la vida de cada comunidad cristiana. Debemos también contemplar el ministerio sacramental de la sanación como una parte integrante de las vocaciones sacerdotales. Y debemos llegar a un entendimiento teológico sólido de la relación entre un ministerio sacramental y un ministerio carismático de la sanación.
Como católicos, el centro de nuestra vida espiritual es la misa, la Eucaristía. Durante la celebración de la misa encontramos oraciones maravillosas para curar la mente, el cuerpo y el espíritu. En la plegaria del Padre Nuestro encontramos una súplica: “Líbranos de todo mal”. Ya que el hombre es un todo – cuerpo, mente y espíritu – no susceptible de separación, entiendo que ésta es una solicitud de protección contra el mal físico, psicológico y espiritual.
En la oración que el sacerdote dice a la congregación: “La paz del Señor esté siempre con vosotros”, Cristo está presente en su gente. Esto significa repetidamente la paz total del hombre: cuerpo, mente y espíritu. Si alguien tiene un dolor intenso durante la Eucaristía, es difícil entender cómo puede estar en paz y permanecer dispuesto a recibir lo que Jesús le está ofreciendo. La paz es armonía de mente, cuerpo y espíritu que se traduce en tranquilidad. Ciertamente, las personas que se aproximaron a Jesús para ser curados sintieron esta paz dentro de ellas, y las experiencias de los que hoy se encuentran en el ministerio de la sanación tienden a estar de acuerdo con que la sanación le brinda al hombre una sensación de paz no conocida anteriormente. Por consiguiente, la misa es la oportunidad perfecta y natural de acercarse al Señor si se está sufriendo de falta de arreglo interior y se busca la paz del Señor.
La segunda oración antes de la comunión: “Señor Jesucristo, con fe en tu amor y en tu misericordia, como de tu cuerpo y bebo de tu sangre, no me condenes sino dame salud en mente y cuerpo”, es una referencia directa a la sanación sin requisitos. Los sacerdotes harían bien en llamar la atención de los fieles. Ciertamente se ayudaría a muchas más personas si llegaran a la Eucaristía con la gran convicción de fe que el Señor Jesucristo las sanará. Si no decimos estas oraciones con un gran convencimiento, perdemos mucho del poder de sanación que nos brinda la misa.

Todos hemos repetido esta oración antes de la sagrada comunión: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.Pero ¿cuántos han reflexionado realmente sobre esta súplica? Esta es una magnífica oportunidad de mostrar al Señor nuestra necesidad de sanación y de esperar que, así como El se entregó por nosotros, nos dé un don menor, como es la sanación total del hombre.

El Reino de Dios está sobre nosotros y en la misa nos damos cuenta de su presencia en forma muy profunda. Este es el momento para los frutos del Reino, uno de ellos es la integridad, la cual debe ser hecha y recibida por el creyente.
Hemos recibido los sacramentos como ayuda para lograr la sanación, Dios tocando al hombre, el hombre tocando a Dios. “Extiende la mano y toca a Dios cuando El pasa”, como dice la canción. Esto es lo que ocurre en los sacramentos: Jesús desciende y nos toca. Recíbelos con la confianza de recibir la sanación.
“Señor Jesús, tócanos y sánanos hoy. Renueva dentro de cada uno de nosotros nuestro compromiso de recibir tu amor sanador que nos es dado en los sacramentos”.

3. Ora por el enfermo tantas veces como te sea posible.

Aparentemente, entre más oremos con el enfermo, más relajada y profunda se vuelve la oración. Si éste es el caso, es valioso orar por él tantas veces como sea posible. Así como existen barreras a la sanación, el enfermo tiene barreras también y entre más se ore por él, más receptivo se volverá y más barreras se removerán, permitiendo que el amor de Dios fluya libremente.
Generalmente, cuando las familias me traen a sus enfermos, les digo: “Oren por ellos tres veces al día: en la mañana, al mediodía y en la noche. Impongan las manos sobre ellos por lo menos tres veces al día. Oren tantas veces como les sea posible, especialmente por los enfermos que hay en casa ya que se consiguen muchas más cosas de las que se creen mediante la oración”. Raras veces oramos demasiado por los enfermos. El peligro está en que oramos muy poco, no lo contrario. Es imperativo que nunca dejemos de orar, sin importar que tanto lo hayamos hecho con nuestros enfermos antes. Jesús es el modelo que debemos seguir ya que El dedicó mucho tiempo de su vida a la oración.
Nosotros mismos estamos recibiendo la sanación cuando oramos por los enfermos. Estamos creciendo en amor, fe y confianza. Este crecimiento, además de justificar nuestra preocupación por la sanación de los enfermos, debe justificar una frecuente oración. Por lo tanto, sea constante y ore por los enfermos tantas veces como le sea posible.
“Señor Jesús, fortalécenos y haznos alcanzar la fe. Pon tus manos sobre los enfermos sabiendo que tu deseo de sanación es más fuerte que el nuestro. Al seguir tu ejemplo, Jesús, ayúdanos a percibir las necesidades de tu pueblo y a ayudar con compasión. Gracias, Jesús”.

4. Ten confianza en el amor de Jesús para la sanación del enfermo

Cuando la mayoría de los laicos se ve ante la posibilidad de orar por otras personas para pedir sanación, se sienten temerosas porque se creen carentes de la suficiente fe. La fe personal de la mayoría se vuelve un nudo, incluso la de aquellas personas que han estado orando durante muchos años por los enfermos. El Señor sólo nos pide que tengamos fe como un grano de mostaza. Es aconsejable poner toda nuestra atención en Jesús, haciendo énfasis en el Señor y no en nuestra propia fe. Al poner nuestra fe en el amor de Jesús durante la oración, podemos orar de la siguiente manera: “Señor, tú amas a esta persona. Yo estoy aquí para canalizar tu amor y creo y confío en tu amor”. Luego, si es posible, visualice a Jesús allí de pie con sus manos sobre la persona por la que se está orando; pídale a ella que haga también esta visualización. La visualización es muy importante en el ministerio de la sanación porque ayuda a enfocarnos en Jesús y no en la fe suya o en la de la persona por la que se está orando.
El don carismático de la sanación, como yo lo entiendo, es una apertura, una “pasividad” hacia el Señor. No lo puede encender y apagar. Inclusive si usted se siente como un tubo oxidado, el amor del Señor puede fluir a través suyo. El agua cristalina corre por tubos oxidados. Por esto, cuando se les enseña a los niños a orar, ocurren milagros. Los niños no tienen los complejos de los adultos. Hace algunos años, un grupo de misioneros en el África tradujo el Evangelio de San Juan a la lengua nativa del lugar antes de que fueran expulsados por el gobierno. Al regreso de los misioneros años más tarde, estos se quedaron atónitos al ver que los enfermos de las diversas poblaciones estaban sanos. Atribuyeron esto al hecho de que la gente estaba leyendo el Evangelio de San Juan, a que creían de todo corazón en lo que leían y a que vivían la vida cristiana escrita en el Evangelio. Esto dice mucho de cómo obra la fe en los niños y en las personas simples: sencillamente creen. Niños de tres, cuatro, cinco años de edad han dicho: “Déjame orar por tí” Los niños oran y después corren a jugar. Poco después la mamá está sorprendida porque se sanó. En repetidas ocasiones he escuchado esta historia. Los chicos no han sido educados en teología. El Evangelio de Jesús siempre ha sido para todos los hombres sin distingo de raza, y es relativamente fácil de seguir. No es sólo para los intelectuales o los teólogos, es para todo aquel que esté abierto a El.
Hoy en día, muchos jóvenes se están adhiriendo a sectas religiosas orientales, situación que nos preocupa. Para sus seguidores, el atractivo de estas sectas religiosas parece radicar en que éstas profesan la garantía de un conocimiento profundo que conlleva a la felicidad. Puedes ir a la cima de una montaña y sentarte con un gurú y aprender los secretos de todos los tiempos, así dicen. Sin embargo, ¿no tiene sentido que tú tengas el Evangelio de Jesús que enseña a entregarse y a enlodarse los pies y ayudar al pobre, o te permite encerrarte en un armario y alcanzar la más alta contemplación? La cristiandad es, ciertamente, la religión más realista. Jesús tenía los pies en la tierra aunque pasó noches enteras orando en las montañas. Ya que profesamos la fe cristiana, sea en lo más alto de una montaña o en las calles de Calcuta o en las ciudades donde vivimos, cree en el amor de Jesús acompañándolo, confía en el amor del Señor para sanar. “No se turben; ustedes creen en Dios, crean también en mí” (Jn. 14:1).
“Señor Jesús, creemos en tu amor y creemos en tí, pero existen momentos en que estamos pensando sólo en nosotros. En estos momentos, cuando nuestra fe se tambalea, ayúdanos a centrar de nuevo nuestra atención en tí y en tu amor. Quédate con nosotros, Jesús, dondequiera que estemos, para traernos de regreso a tu luz sanadora”.

5. Pon tus manos sobre la persona cuando sea razonablemente posible

Existe una comunicación especial cuando tocamos a alguien con amor. Si no lo crees, pregunta a una joven pareja de enamorados que van por la calle con las manos entrelazadas y diles que no es necesario que se tomen de las manos. Ellos te contestarán: “Usted no sabe lo que se siente”. Existe, definitivamente, una comunicación por el tacto, porque es una manera no verbal de transmitir amor.
Aquellas personas, en el ministerio de la sanación, que han orado imponiendo sus manos, pueden dar fe de su poder. Muchos han sentido calor o alguna otra sensación como vibraciones cuando lo hacen. Es natural que cuando nos encontramos con alguien le estrechamos la mano. Ya que el tacto es un gesto natural de comunicación para transmitir nuestro amor y nuestra preocupación, grandes cosas parecen ocurrir cuando combinamos oración e imposición de manos.
El Nuevo Testamento cita muchos ejemplos de imposición de manos hecha por Jesús y por sus discípulos. Jesús sabía del valor de la imposición de manos.
“Entonces trajeron a Jesús algunos niños, para que les impusiera las manos y rezara por ellos” (Mt. 19:13).
“Jesús alargó la mano, lo tocó y le dijo: Lo quiero, quedas limpio” (Mt. 8:3).
“Había ido Jesús a la casa de Pedro, encontró a la suegra de éste en cama, con fiebre. Jesús la tomó de la mano y le pasó la fiebre” (Mt. 8:15).
“Le rogaba: Mi hija está agonizando; ven, pon tus manos sobre ella para que sane y viva” (Mc 5:23).
“Tomando la mano de la niña, le dijo: Talita Kum, que quiere decir: Niña, a tí te lo digo: levántate. Y ella se levantó al instante y empezó a corretear” (Mc. 5:41-42).
“Al verla Jesús, la llamó. Luego le dijo: Mujer, quedas libre de tu mal. Y le impuso las manos. Y ese mismo momento ella se enderezó, alabando a Dios” (Lc. 13:12-13).
“Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo. Al instante fue como si le cayeran escamas de los ojos y pudo ver (Hechos 9:17).

Nosotros, como discípulos de Jesús, también somos enviados por El para comunicar su amor a través de la imposición de manos en la búsqueda de la sanación. “Y estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre (…) impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán” (Mc. 16:17).
“Jesús, cuando oramos por otros en tu Nombre te pedimos que uses nuestras manos como si fueran las tuyas para alcanzar y tocar a aquellos por quienes oramos. Permite que el Espíritu Santo actúe a través de nosotros hoy, especialmente cuando oramos por los miembros de nuestras familias o comunidad. Gracias Jesús por tu amor sanador que fluye a través de mí en este momento”.

6. Pongamos nuestras vidas en las manos de Jesús

En la medida en que nos entreguemos más a Jesús, El vivirá más dentro de nosotros y más podrá actuar a través de nosotros. ¿No es acaso esto lo que es la vida cristiana, un total abandono en las manos del Señor?Nosotros cantamos, “A donde me lleves te seguiré”, y esto es tan cierto como que tenemos que seguir a Jesús tan cerca y sinceramente como podamos.
Debemos recordar siempre que somos “sanadores divididos”. No existe nadie que sea verdaderamente completo en todos los sentidos, es decir, en mente, cuerpo y espíritu. Algunos se excusan: Bien, no puedo orar por los demás porque yo mismo tengo demasiados problemas…Recuerde que somos sanadores divididos y cuanto más sirvamos de canal al Espíritu Santo, más sanación tendremos y más efectiva será nuestra intermediación.
El don del Espíritu Santo dentro de nosotros parece ser una apertura continua, de manera que cuando El quiera actuar a través de nosotros lo pueda hacer. De esto se trata. “Y ahora no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Gál. 2:20). Se trata de estar en total unión con Cristo en su Espíritu Santo. Esta es la luz de Cristo que brilla a través de nosotros.
Una de las formas en que más podemos ponernos en las manos del Señor es por medio de la alabanza. Podemos entregarnos más a Dios si lo alabamos en este momento, sin importar nuestra situación. Si pierde el camino de regreso a casa una noche cualquiera, debe orar y alabar a Dios. Si al salir de una reunión de sanación se da cuenta que su grabadora portátil no está funcionando, alabe a Dios. La alabanza es una hermosa forma de espiritualidad porque se mezcla de manera perfecta con lo que hemos aprendido, que es el don de ser capaces de vivir en el momento presente.
Debemos recordar siempre que Jesús es el sanador y que “…sin mí no pueden hacer nada” (Jn. 15:5). Somos únicamente el canal que El escoge. Su Espíritu actuará con mayor libertad a través de una oración profunda a la vida, una alabanza y una constante dependencia de Él.
“Jesús, aumenta mi dependencia en ti a medida que mi entrega se hacer mayor por el poder de la oración y de la alabanza en mi vida diaria. Me entrego a ti en forma completa y te pido que tu Espíritu me llene de luz y permita que cada parte de mi mente sea iluminada. A ti Señor Jesús, el poder y la gloria por siempre jamás”.

7. Perdona a todos los que te han ofendido o herido

La falta de perdón es una de las pocas cosas que son una verdadera barrera para lograr la sanación. Algunos dirían que la falta de fe es lo más, pero la experiencia que tengo en mi propio ministerio me ha demostrado que la falta de perdón es el obstáculo más común. Muchas, veces, personas de poca fe son sanadas por la inmensa fe de la comunidad, pero si la persona por la que se está orando alberga falta de perdón, no se sanará hasta que haya perdonado del todo. El poder sanador del Señor Jesucristo no puede penetrar debido a la falta de perdón. “Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre celestial los perdonará. En cambio si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes” (Mt. 6:14-15).
La gente nunca está segura de haber perdonado. Frecuentemente me preguntan: ¿cómo se sabe que uno perdonó del todo? Siempre respondo: Cuando ore por la persona que lo ofendió o hirió, puede estar absolutamente seguro de que fue perdonado porque al orar por ella, se está pidiendo al Señor que le brinde a esta persona bondad y cosas buenas. Amar es desear lo que más le convenga al otro y hacer lo que razonablemente se puede para brindarle felicidad y cosas buenas. Las definiciones de amor y oración en estas circunstancias son paralelas: en la oración se pide lo que más convenga y en el amor se desea lo mejor. Por lo tanto, cuando oramos por una persona, nuestra oración se convierte en manifestación de amor en acción. Lo repito una vez más, una vez que hayamos orado por alguien sinceramente, podemos estar seguros de que la hemos perdonado en un acto de voluntad. ¡El perdón es decisión, no sentimiento!.
Es la decisión de perdonar la que te libera y te redime, y esto es todo lo que el Señor te pide.
“Jesús, ayúdame a amar y a orar por aquellos que me han herido porque conozco tu amor y los perdono incondicionalmente así como tú me has perdonado. Dejo bajo tu luz sanadora cualquier resentimiento o falta de perdón que albergue hacia ellos. Elevo una oración en este momento por la persona que más me haya ofendido en la vida y te pido que colmes de bendiciones su vida. Te agradezco el haberme liberado del mal de la falta de perdón”.

8. Ora por quienes te han herido

Cree en las palabras de Jesús, “Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen a la puerta y les abrirán” (Mt. 7:7). La sanación no es otra cosa que un ministerio de oración y fe, y el Señor lo dice claramente en las Escrituras.

Como dije con anterioridad, cuando oramos por una persona se puede estar razonablemente seguro de que estamos amando y haciendo lo mejor que podemos. Le pedimos al Señor que le brinde bienestar en su vida. Si después de haber orado por alguien todavía sentimos dolor, podemos pedirle al Señor que sane este sentimiento. Un método para eliminar los sentimientos negativos es visualizar a la persona en nuestra mente y verla como Dios la ve. Decimos: “Te perdono y te amo porque Jesús te ama”. Podemos repetir esto cuantas veces sea necesario y tan despacio como sea posible para permitir que el amor de Nuestro Señor Jesús se haga presente y sature a esta persona. Eventualmente, se producirá un verdadero cambio en nuestros sentimientos y actitudes hacia la persona por quien estamos orando.

Durante mis clases de oración de sanación en la Diócesis de Mobile, Alabama, iniciada hace muchos años, la gente me pedía que continuara después del curso de seis semanas porque apenas empezaban a entender el Nuevo Testamento bajo una nueva perspectiva. Sus mentes habían sido iluminadas por medio del ministerio de la oración de sanación. Esto ocurrió en 1974 y el curso todavía existe. Había un promedio de 250 personas por curso; mitad católicos, mitad no católicos. A los tímidos católicos se les enseñó la oración de sanación y contaron después como no salían de su asombro al ver las sanaciones que estaban ocurriendo, en la medida que ampliaban su oración pidiendo por su familia y otras personas. La sanación ocurrirá durante la oración porque ésta es la voluntad del Señor Jesucristo. “La súplica del justo tiene mucho poder…” (Stgo. 5:16). “Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan” (Lc. 6:27-28)
“Jesús, a veces, mes es difícil orar por aquellos que me han herido o han abusado de mi ya que estoy concentrado en mi dolor y no en tí ni en el amor que prodigas tanto a mí, como a ellos. Ayúdame, Jesús, en la ardua lucha que libro en estos momentos y libera dentro de mí, por el poder de tu Espíritu Santo, la gracia de orar por ellos como tú lo harías. Gracias por tu luz y tu amor en este momento”.

9. Cree en las palabras de Jesús sin poner atención a lo que parece estar sucediendo

“Jesús le contestó: En verdad les digo: si tienen realmente fe y no vacilan, no solamente harán lo que acabo de hacer con la higuera, sino que dirán a ese cerro: Quítate de ahí y échate al mar, y así sucederá. Todo lo que pidan con una oración llena de fe, lo conseguirán”. (Mt. 21:21-22) Desde la montaña estamos haciendo que sucedan cosas. ¿significa esto, literalmente que debemos mover montañas, o podría significar mover las montañas de maldad, falta de amor, falta de fe, ansiedad, miedo, frustración, bronquitis, artritis, pies y espaldas doloridos? Estas son las montañas de mal que tenemos en nuestras vidas por las que podemos orar y decir: ¡Deseparezcan en el Nombre del Señor! ¡Láncense al mar!
Es cierto, el Señor ha prometido honrar las plegarias de los fieles. Cuando oremos, depositemos toda nuestra confianza en la Palabra del Señor. Inclusive si aún después de haber orado no vemos un cambio inmediato, debemos aferrarnos a las promesas de Cristo. Mientras más nos saturemos con las palabras de Jesús en las Escrituras, más fe tendremos dentro de nosotros y más capaces seremos de pedir sanación.
“Jesús, me aferro y confío en tí y en tus palabras como aparecen en las Escrituras. Que tu amor sanador fluya de mí hacia los demás así como creo en tu deseo de que todos disfrutemos de tu vida en abundancia. Te pido que me uses como instrumento de tu amor sanador, hoy”.

10. Alaba y da gracias a Jesús por su amor tantas veces como te sea posible

Es imperativo que alabemos y demos gracias al Señor por todas las cosas: por la oración contestada y por la que no. Más alabemos y demos gracias al Señor, con mayor perfección pondremos en práctica el primer gran mandamiento: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza…” (Lc. 10:27).
A medida que abrimos nuestros corazones y mentes en alabanza al Señor, nos estamos abriendo a su poder sanador. La mayoría de estas personas gasta su vida lamentándose de sus problemas, dolores y sufrimientos. Están tan absortas en sus dificultades que éstas se convierten en el centro de su oración cuando este lugar debe ser ocupado por el Señor. Cuando alabamos y damos gracias a Dios, hacemos de Jesús el centro de nuestra oración y nos apartamos de nuestro centro. A medida que apartamos la vista de nosotros y la volvemos hacia el Señor, El se manifiesta de manera extraordinaria. Cuando alabamos al Señor, le estamos dedicando nuestra atención y, olvidándonos de nosotros, nos volvemos más receptivos a lo que El tiene para darnos.
Cuando una persona recibe oraciones de sanación, la podemos invitar a una reunión y pedirle que de gracias y alabe al Señor por el trabajo que el Espíritu Santo está haciendo dentro de ella. De esta manera, la persona se apresta a recibir la sanación que probablemente ya se está llevando a cabo.
Recomiendo los libros escritos por Merlín Carothers, Campo de Alabanza, El poder de la Alabanza y Respuestas a la Alabanza, con el fin de llevar a cabo un excelente estudio sobre la alabanza en nuestras vidas. Estos libros son lectura obligatoria para todo cristiano, especialmente para quienes están en el ministerio de la sanación. Ha sido una herramienta invaluable en mi propio ministerio.
“Padre celestial, te damos gracias y te alabamos por el hermoso don que nos has dado en Jesús y por el maravilloso poder que existe cuando abrimos nuestros corazones en la oración. Señor, te pido que todos te alabemos y te demos gracias siempre y en todo lugar. Te pido que te alabemos y te demos gracias sin importar las circunstancias por las que estemos pasando, y que tu amor nos llene en abundancia. Que cuando estemos sufriendo alguna pena o apretando los dientes, podamos ser capaces de alabarte sabiendo que todas las cosas funcionan para aquellos que amas. Pido que tu amor sanador fluya en nosotros y que las áreas difíciles de nuestra existencia sean sanadas, especialmente la de la autoestima. Que podamos aprender a amarnos para poder amarte y amar a los demás.
Te damos gracias y te alabamos, Jesús, por el trabajo que estás realizando dentro de nosotros en este momento. Amén”.

Fuente: Extraído del Libro “Manual del Laico para el Ministerio de Sanación” del autor Rev. Robert De Grandis S.S.J.