23 y 24 de septiembre de 2014
“Tormenta y Naufragio.”
(Lectura de los Hechos de los Apóstoles 27: 6-12)
“Allí encontró el centurión una nave de Alejandría que navegaba a Italia y nos embarcó en ella. Por varios días avanzamos poco y nos costó llegar a Cnido; como el viento no era favorable, costeamos Creta a lo largo de Salmona, y pegados a la costa alcanzamos con dificultad un lugar llamado Puerto Bueno, próximo a la ciudad de Lasaya. Habíamos perdido mucho tiempo y la navegación se volvía peligrosa. Como había pasado la época del ayuno, Pablo aconsejó: -‘Observo, señores, que la navegación va a acarrear peligros y pérdidas, no sólo a la carga y a la embarcación, sino a nuestras vidas.’
Pero el centurión confiaba más en el capitán y en el patrón del barco que en Pablo. Como el puerto no era apto para invernar, la mayoría prefería hacerse a la mar, con la esperanza de alcanzar e invernar en Fénix, un puerto de Creta orientado a noroeste y suroeste.”
(Lectura de los Hechos de los Apóstoles 27: 13-26)
“Se levantó un viento sur, y pensando que el plan era realizable, levaron anclas y costearon de cerca Creta. Muy pronto, del lado de la isla, se desató un viento huracanado, que llaman ‘Euroaquilón’. El barco fue arrastrado, y como no podíamos navegar contra el viento, nos dejamos llevar a la deriva. Mientras pasábamos al reparo de un islote llamado Clauda, logramos con mucho esfuerzo controlar el bote salvavidas. Lo izaron a bordo y aseguraron la embarcación con sogas de refuerzo. Por temor a encallar en las Sirtes, soltamos los flotadores y navegamos a la deriva. Al día siguiente, como la tormenta arreciaba, empezaron a tirar parte del cargamento; al tercer día, con sus propias manos, se deshicieron del aparejo del barco. Durante varios días no se vio el sol ni las estrellas, y como la tormenta no amainaba, se acababa toda esperanza de salvación.
Llevábamos días sin comer cuando Pablo se puso de pie en medio y dijo: -‘Amigos, debían haberme hecho caso y no salir de Creta; nos hubiéramos ahorrado estos peligros y pérdidas. De todas maneras, les ruego que tengan ánimo, que no se perderá ninguna vida; sólo la embarcación. Anoche se me apareció un ángel del Dios a quien pertenezco y venero y me dijo: ‘No temas, Pablo; tienes que comparecer ante el emperador; Dios te concede la vida de los que viajan contigo.’ Por tanto, ¡ánimo, amigos! Confío en Dios que sucederá lo que me han dicho. Encallaremos en una isla’.”
Queridos amigos:
Hace unos años hice una Misa de Sanación en la Provincia de Quebec. Vino a mí un hombre a quien le dolía mucho un pie y casi no podía caminar, pidiéndome que rezara por su curación. Recé y le pedí al Señor que le sacara todo dolor para que pudiera caminar sin dificultad. Unos días más tarde me llamó diciéndome que se había curado completamente y que podía caminar y correr sin problemas. ¡Gracias Señor!
(A continuación encontraréis el mensaje de Nuestro Señor y Salvador entregado al Padre Melvin. Jesús le habló con estas palabras:)
“Aceptad Mi mensaje y seguidlo, Mi hermano Melvin y todos Mis hermanos que Me conocéis y Me seguís. Si no cumplís con lo que os digo, algo terrible os podría pasar. Mirad lo que sucedió cuando San Pablo iba en barco camino a Roma. Tenían muy mal tiempo, San pablo había recibido palabras de Mí y le dijo al centurión que no debían continuar navegando porque se perdería la carga e incluso algunas vidas. El centurión se negó a escucharlo y se desató una tormenta terrible, como un huracán, que provocó grandes daños. Deberían haber escuchado a San Pablo y habrían salvado el barco y su carga.
Estoy siempre presente para ayudaros pero con frecuencia no escucháis Mis palabras. Si así lo hacéis debéis esperar algo terrible. Es muy bueno, cuando viajáis, pedir protección para llegar a destino sin dificultades. Estoy siempre allí para ayudaros. Os bendigo a todos.”
“Es muy importante que escuchéis Mis palabras, mi hermano Melvin y todos Mis hermanos que creéis en Mí como vuestro Salvador. Le había hablado a San Pablo para decirle que las personas a cargo del barco no debían salir porque estarían en peligro, pero no lo escucharon. Salieron y en poco tiempo los golpeó un huracán y ya no pudieron controlar el barco. Anduvieron a la deriva varios días y creían que morirían en esa tormenta. Arrojaron por la borda parte del cargamento y pensaban que estaban perdidos. San Pablo les habló otra vez diciendo que un ángel le había hablado durante la noche y le había dicho que nadie moriría pero que el barco encallaría. El ángel le dijo a San Pablo que llegaría a Roma para poder ver al César. Al final eso fue lo que sucedió y todos se salvaron. Protegí a San Pablo para que pudiera llegar a Roma y, al hacerlo, salvé a todos los otros que estaban en el barco. No hubieran sufrido tanto si hubieran escuchado a Pablo y se hubieran quedado donde estaban.
Os exhorto a todos a escucharme y os protegeré de cualquier daño. Soy vuestro Amigo y deseo ayudaros. Os amo a todos.”
Padre Melvin
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