La palabra "Adviento" se deriva de las palabras del Latín, ad-venio o adventus, que significan "venida".
Es una época litúrgica en la Iglesia Católica que ha dado origen a costumbres y prácticas en la vida diaria católica, que significna estar llenos de una fe viva.
El Adviento tiene un doble carácter: como un tiempo para prepararse para la solemnidad de la Navidad, en la que se nos recuerda la primera venida del Hijo de Dios y como una temporada en que el recuerdo dirige la mente y el corazón para esperar la Segunda Venida de Cristo al final de los tiempos.
Por estas dos razones, la estación del Adviento es, por lo tanto, un período para de muchas expectativas devotas y alegres.
La Iglesia nos hace una propuesta concreta para el tiempo de Adviento. La propuesta la resumimos en tres palabras: Oración, Austeridad, Compartir
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1.- Oración y Celebración
El cristiano ha de orar siempre y cualquier tiempo es bueno para orar. Pero la Iglesia insiste en que los cristianos intensifiquen su oración durante el tiempo de Adviento, es uno de los tiempos litúrgicos fuertes.
Los momentos más importantes de oración son las celebraciones, entre las que ocupan el primer lugar la eucaristía. La liturgia de Adviento ofrece un abundante servicio de lecturas de la palabra de Dios, de oraciones, de cantos, impregnados del espíritu de Adviento.
Para la oración personal, pueden servir de guía los textos de la Palabra de Dios que nos ofrece la liturgia de cada día.
Leamos pausadamente el texto, subrayemos lo que más nos impresiona, repitámoslo interiormente, expresemos ante el Señor las actitudes que nos sugiere, asumamos el compromiso que nos urge.
2.- La austeridad de vida
Tradicionalmente, la austeridad de vida del Adviento ha estado ligado a la privación de alimentos, ayuno. Este ejercicio se ha tomado, más como el cumplimiento de una ley, que como un ejercicio de austeridad.
La austeridad del Adviento nos invita a mirar hacia la realidad social, económica y política que vive la gente.
No podemos tener el goce y el disfrute egoísta de la riqueza, cuando hay hombres, mujeres, niños y ancianos, que sólo pueden comer una vez al día o ninguna, y carecen de remedios para su salud.
No podemos tener el goce y disfrute de los bienes, cuando son muchas las personas que no pueden darse una alegría ni siquiera en las fiestas de Navidad. La austeridad de estos días ha de tener un fuerte sentido social.
3.- El compartir
Una forma de compartir, de larga tradición en la Iglesia, es la limosna. Por muchas razones se le ha cuestionado. No por lo que tiene de generosidad y de expresión de amor fraterno, sino por la forma, y en ocasiones, por su dudosa eficacia.
En un tiempo en que todo se organiza y se programa en vistas a la eficacia, no podemos seguir funcionando con formas de compartir ya superadas.
No colaboremos con nuestra limosna a mantener los pobres en la calle, convirtiéndolos en “indigentes de profesión”, sino que nuestra limosna, como nos lo pide el Papa Francisco, esté acompañada por un gesto de amor, de cercanía, de esperanza, de ayuda para levantarse. Recordando siempre, como señala el Papa, que “el hambriento nos pide dignidad, no limosna”
Los cristianos tenemos más cosas que compartir, además de los bienes materiales: la fe, la esperanza, el gozo, la oración, las inquietudes para que el Reino de Dios se convierta en una bella realidad visible y palpable.
Antonio Danoz | Guía para vivir el Adviento y la Navidad | Adaptación por Qriswell Quero, PildorasdeFe.net
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