Somos nosotros quienes libremente debemos dar las repuestas a esos males y tentaciones; aferrándonos a Dios, como hizo Job, o renegando de él, lo que empeorará nuestra situación.
LAS LECCIONES QUE SURGEN DE LAS BATALLAS
El Catecismo Católico cita a Orígenes:
“Dios no quiere imponer el bien, quiere seres libres [...] En algo la tentación es buena. Todos, menos Dios, ignoran lo que nuestra alma ha recibido de Dios, incluso nosotros. Pero la tentación lo manifiesta para enseñarnos a conocernos, y así, descubrirnos nuestra miseria, y obligarnos a dar gracias por los bienes que la tentación nos ha manifestado (Orígenes, De oratione, 29, 15 y 17)”
Aprendemos lecciones valiosas por las batallas interiores que los discípulos de Cristo sufren para ganar el necesario conocimiento de uno mismo y de Dios. La herida del pecado original nos exige estar activos y vigilantes contra las obras del diablo que operan en y por el pecado. Si adoramos cualquier cosa distinta a la Santísima Trinidad (un pecado contra el primer mandamiento) nos volvemos vulnerables a un aumento de la influencia demoníaca.
La verdad es que muchos de nosotros hemos erigido ídolos en nuestras vidas que incluyen personas, lugares o cosas. Estos se convierten en más importantes que nuestra adoración y amor de Dios. La forma en que gastamos nuestro tiempo, talento o tesoro revela a qué o a quién apreciamos más en nuestra vida.
LOS TIPOS DE INFLUENCIAS DEMONÍACAS
La tentación y el pecado. Esta es la batalla espiritual común que purifica el alma. Aunque la tentación en sí no es pecado, cuando nos damos a las tentaciones nos convertimos en esclavos del pecado (Juan 8:34).
Opresión / Vejación. Estas pruebas están diseñadas para fortalecer la fe y aumentar la humildad y dependencia de Dios.
Obsesión. Este es un trastorno espiritual que requiere el ministerio de oración y reorientación a Dios a través de la práctica de la vida sacramental.
Posesión. Este trastorno espiritual es raro y requiere el rito del exorcismo para la liberación, seguido de una vida espiritual disciplinada. Se puede considerar una escuela de santidad.
Las diversas vejaciones diabólicas son verificables en la vida de los grandes santos y en la Tradición de la Iglesia. Por ejemplo, sabemos que las vidas de San Padre Pío, San Juan Vianney, Santa Gema Galgani y muchos otros incluyeron vejaciones diabólicas. Los santos han demostrado su amor y fidelidad a Dios por la paciencia y ofrenda del sufrimiento.
LAS CARACTERÍSTICAS DE LAS VEJACIONES DIABÓLICAS
Desgracias repentinas en el trabajo y en las relaciones con los demás
Desgracias físicas y personales que aíslan a una persona
Sufrimientos económicos y morales
Persecuciones inexplicables donde las personas buenas se vuelven contra la gente buena por un malentendido.
La lucha y la destrucción actuando en las familias, los matrimonios, los grandes grupos de personas, los movimientos en la Iglesia, las comunidades religiosas, parroquias.
Enfermedades físicas inexplicables y no diagnosticables
Ejemplos bíblicos: Libro de Job, 2 Cor. 12:7 (espina de San Pablo)
Muchos de nosotros hemos soportado la angustia de algún disgusto diabólico. Cómo respondemos a estas pruebas de fe nos levantará o nos hará caer. Si somos capaces de permanecer fieles y confiando en Dios, la gracia nos llevará a través del proceso. Si nos rebelamos contra Dios y huimos de Él nuestra condición empeorará.
¿Qué es necesario? Firmeza en la fe, en la esperanza y amor perseverante nos guiarán. El fortalecimiento de nuestra armadura espiritual es necesario para el crecimiento en la virtud. Un corazón confiado permanece dócil a la mano del alfarero divino que nos está moldeando en un vaso de santidad a través del fuego purificador.
Dios dispensa la medicina de pruebas espirituales que se pueden degustar como amargas. Pero sus prescripciones divinas ayudan a remediar los siete pecados capitales (orgullo, la ira, la codicia, la envidia, la pereza, la gula y la lujuria).
La gracia es siempre suficiente para ayudarnos a soportar las pruebas necesarias para ser victoriosos sobre aflicción demoníaca.
LO QUE EL CATECISMO NOS ENSEÑA PARA EVITAR EL MAL
Prudencia. La virtud de la prudencia dispone la razón práctica para discernir nuestro verdadero bien en todas las circunstancias y para elegir los medios adecuados para alcanzarla. Es considerada como la auriga de las virtudes (1806). Cultive la virtud de la prudencia.
Gracia: Sin la gracia de Dios, los hombres no sabrían cómo discernir (1889). Ore por la gracia y el carisma del discernimiento de espíritus.
La sabiduría divina. La ley moral es obra de la sabiduría divina. El significado bíblico se puede definir como la instrucción paterna (la pedagogía de Dios). Prescribe al hombre los caminos, las reglas de conducta que llevan a la bienaventuranza prometida; muestra los caminos del mal, que se apartan de Dios y de su amor (1950). Ore para el regalo de la sabiduría.
El Evangelio. La buena nueva de Cristo renueva continuamente la vida y la cultura del hombre caído; combate y elimina los errores y males que brotan de la seducción, siempre amenazadora, del pecado. Purifica y eleva sin cesar las costumbres de los pueblos. Con las riquezas de lo alto fecunda, consolida, completa y restaura en Cristo, como desde dentro, las bellezas y cualidades espirituales de cada pueblo o edad. (2527). Tomar en serio la Palabra de Dios.
Fuentes: Catholic Exchange, Signos de estos Tiempos
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