EL PECADO ORIGINAL
1. ¿Qué es el pecado original? Se llama pecado original a la ofensa a Dios cometida por la primera pareja humana. Ese pecado fue origen de los
demás y causa de la situación de pecado en que todos los hombres
nacemos.
3. ¿Cómo era el hombre antes de pecar? Antes de pecar el hombre había recibido muchos dones de Dios:
■Poseía gracias y virtudes sobrenaturales gozando de la amistad e intimidad divinas.
■Los dones preternaturales le hacían inmortal e impasible: sin dolores, sin enfermedades, sin cansancios.
■Su naturaleza estaba en plenitud: su inteligencia, su voluntad, sus apetencias iban bien. Por ejemplo, le apetecía comer y beber en la medida justa.
4. ¿Cómo quedó el hombre después del pecado original? A consecuencia del pecado original el hombre perdió los dones sobrenaturales y preternaturales. Incluso su naturaleza humana quedó herida perdiendo parte de su dignidad con varias consecuencias:
■A la tendencia natural al bien se añadió la inclinación al pecado.
■Al rebelarse el alma contra Dios, el cuerpo se rebeló contra el alma y empezó a exigir más placeres de lo razonable. Desde entonces el hombre debe esforzarse por dominarse a sí mismo frenando sus apetencias de comida, sexo, comodidad, etc. No todo lo que apetece está bien.
■A veces el hombre tiene ilusiones buenas pero no las consigue por falta de ánimos para empezar, para seguir o para afrontar las dificultades. Esta debilidad procede de ese primer pecado.
5. ¿Por qué se trasmite ese pecado a los demás hombres? Si Adán y Eva no hubieran pecado, nos habrían trasmitido una naturaleza en perfecto
estado y adornada con los dones mencionados. Con el pecado original su
naturaleza quedó herida, y herida la trasmitieron.
6. ¿Un bebé es ya pecador? Obviamente él no ha cometido pecados personales, y así me lo recordaba un amigo chileno. Sucede que el pecado original fue un pecado personal en el caso de Adán y Eva; pero es una situación de pecado para los demás hombres, que nacemos con una inclinación al mal y privados de la gracia santificante. Esta carencia es similar a la pérdida de esta gracia que se produce con el pecado personal. Y por esto a esa situación de nacimiento se le llama también pecado. Pero este pecado original con el que todos nacemos no es un acto cometido sino un estado adquirido.
7. ¿Puede borrarse el pecado original? El pecado original se perdona en el bautismo (sacramentos). Allí se recuperan los dones principales que se
perdieron, los sobrenaturales: la gracia y la amistad con Dios. Los otros dones se alcanzarán en el cielo. El rescate de todo esto exigió la sangre de Cristo.
LOS PECADOS
A. ¿Qué son los pecados?
B. Las ofensas.
C. Las ofensas a Dios
D. Consecuencias de los pecados.
A. ¿Qué son los pecados?
1. ¿Cuándo es mala una acción? Hay varios modos de responder lo mismo. Una acción es mala cuando: es contraria la voluntad de Dios, se opone al verdadero bien del hombre, se enfrenta a las leyes propias de la naturaleza humana (ley natural).
2. ¿Esos tres aspectos son lo mismo? Coinciden: el Creador desea el verdadero bien de los hombres, y nos creó con un modo de ser que se
perfecciona cumpliendo sus leyes. Enfrentarse a esa Voluntad equivale a
ir contra nuestra naturaleza y hacernos daño. Estas malas acciones se
llaman pecados.
3. ¿Cómo saber si una acción concreta es buena? Además de la reflexión sincera, conviene preguntar a un buen cristiano que entienda de estas cosas; y consultar encíclicas y otros documentos de los Papas, por ejemplo, el Catecismo de la Iglesia Católica.
4. Entonces, ¿qué es el pecado? Es un acto voluntario opuesto a la ley de Dios (puede ser interno, externo e incluso una omisión). Es perjuicio para el hombre y ofensa a Dios.
B. Las ofensas
5. Definición y tipos.- Una ofensa es un daño al honor o dignidad de una persona. Pueden ser de varias clases:
a) Según el modo de hacerlas:
■activas: burlas, desprecios, insultos,...: ataques directos a la dignidad de alguien.
■pasivas: olvidos, indiferencia, dejadez,...: dejar de prestar la atención y honor debidos.
b) Según a quien se dirigen:
■directas: van contra la persona misma.
■indirectas: dañan los seres amados por esa persona: hijos, familia, amigos, propiedades.
6. Características de una ofensa.
■No es necesario que el ofendido sufra. Puede ser hecho a sus espaldas. Por ejemplo, la burla a una foto o imagen de alguien es una ofensa -que los asistentes reconocen-, aunque el interesado nunca lo sepa.
■Sólo hay ofensa si hay injusticia. Hay personas que se sienten afrentadas por la más mínima desatención; estos casos no son ofensas reales sino orgullo real. Para que sea una ofensa ha de ser algo injusto.
■El perdón de una ofensa exige de por sí una reparación. El ofendido puede perdonar sin más, pero la justicia exige alguna reparación que restaure el daño ocasionado. Por esto, quien ofende a alguien no se conforma con pedir disculpas, sino que se siente deudor y desea compensar de algún modo su acción.
C. Las ofensas a Dios
7. Tipos de ofensas a Dios.
■Directas: corresponden a los tres primeros mandamientos. Atacan frontalmente a la dignidad de Dios, bien activamente como las blasfemias, bien pasivamente como el abandono del culto.
■Indirectas: corresponden a los otros siete mandamientos. Aquí se maltrata -activa o pasivamente- a quienes Dios ama: a los hombres, incluido el propio pecador. Por ejemplo, quien se droga o emborracha se hace daño a sí mismo y por tanto ofende a Dios porque trata mal a quien el Señor quiere mucho. Tanto le quiere que por él murió en la Cruz.
8. Gravedad de las ofensas.- Será mayor si se realiza ante el interesado, si éste nos ama mucho, y si la dignidad conculcada es grande. Las ofensas a Dios reúnen esas características que aumentan la gravedad. En particular, la dignidad maltratada es muy grande:
■se desprecia un amor y un bien infinitos, sustituyéndolos por bienes creados.
■se desprecian grandes dones como la filiación divina y la inhabitación del Espíritu Santo.
■se daña la imagen de Dios que es el hombre.
■se añade carga a la Cruz de Cristo, que tomó sobre sí nuestros pecados. La gravedad de los pecados se capta mejor si recordamos cómo fue la reparación: el hijo de Dios se hizo hombre y murió en la Cruz.
9. ¿No es extraño que Dios permanezca ofendido? Dios no permanece
ofendido. Los pecados son ofensas a Dios pero a El no le afectan y no
queda ofendido. (Para que haya ofensa no es necesario que el ofendido
sufra). De todos modos, se puede decir que los pecados también afectan a
Dios, pues cargan sobre la Cruz de Cristo, verdadero Dios.
D. Consecuencias de los pecados
10. ¿Qué sucede al pecar? Cualquier decisión de la voluntad afecta a la propia voluntad dejándola inclinada a ese bien o mal que quiso. Nuestras
acciones nos hacen mejores o peores: quien trabaja se hace trabajador,
quien roba se hace ladrón. El hombre alcanza la santidad a base de
realizar buenas acciones, mientras que "quien peca se hace esclavo del
pecado". Esta es la consecuencia natural de una acción humana: nos afecta para bien o para mal. No da lo mismo escoger el bien o el mal. Los pecados rebajan la dignidad humana.
11. Además el pecado es una ofensa a Dios y esto es tan serio que hace sonrojar a los ángeles y a la creación entera. Las consecuencias son
grandes, aunque diferentes según la gravedad del pecado. Si es una falta
leve -venial- el amor a Dios se enfría pero se conserva. En cambio, una
ofensa grave -mortal- produce una ruptura con el Señor que deja de
inhabitar en nuestra alma; se pierde la gracia santificante, la que nos
diviniza y hace hijos de Dios.
12. ¿La justicia reclama algún castigo? Ante las ofensas la justicia exige una reparación, en esta vida o en la otra. Esto se consigue con obras que agraden a Dios y mediante la mortificación. Bien entendido que el Señor no lo necesita. Somos nosotros quienes necesitamos reparar la situación de nuestra alma en pecado.
13. ¿Por qué los sufrimientos reparan las ofensas cometidas? En cualquier pecado hay una doble maldad:
■El hombre se aparta de Dios.- Y esto se repara con obras que agraden al Señor; por ejemplo, que le ofrezcamos cosas.
■El hombre sigue unos gustos propios.- Y esto se corrige mortificando las propias apetencias mediante disgustos.
■Además, el camino de reparación quedó marcado por nuestro Señor Jesucristo que murió en la Cruz para redimir nuestros pecados.
El sacramento de la confesión repara ambas cosas a la vez: vuelve a unir con Dios y reordena la mala inclinación en las apetencias.
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