“No son muchos los que se han dado cuenta.
Es un texto comparable con el discurso de apertura del Concilio”
“La homilía de Papa Francisco
pronunciada en Lampedusa representa un cambio, es un documento comparable al ‘Gaudet
Mater Ecclesia’, el discurso de apertura del Concilio de Juan XXIII. Me parece
que no son muchos los que se han dado cuenta”
Está convencido de
ello el historiador de la Iglesia Alberto Melloni, que invitó a pesar bien las
palabras pronunciadas por el Papa durante su visita a la isla mediterránea de
Lampedusa el pasado 8 de julio.
“El Papa Roncalli –explicó Melloni a
Vatican Insider–, dentro de un marco lingüístico
perfectamente tradicional y devocional, decía cosas de una potencia evangélica
enorme. Y era consciente de esa potencia, como demuestra la decisión de
conservar el manuscrito del discurso de apertura del Vaticano II, para que se
pudiera ver en el futuro que era harina de su costal. El secreto de Papa
Francisco es diferente: con un lenguaje accesible comunica contenidos
doctrinales extraordinarios. Lampedusa es uno de estos casos, para mí el más
importante”.
Según el estudioso,
cualquier otra persona, en una ocasión semejante, “habría hecho un
discurso imputando esas muertes a nuestra sociedad, a la modernidad, a la
indiferencia. Francisco, en cambio, habló del lugar de los cristianos en la
sociedad y en el mundo. Celebró una liturgia penitencial y no nos excluyó.
Tampoco el Papa se excluyó”.
La referencia de
Melloni es a este pasaje de la homilía, cuando Bergoglio afirmó:
“Muchos de nosotros, y
me incluyo, estamos desorientados, ya no estamos atentos al mundo en el que
vivimos, no cuidamos, no custodiamos lo que Dios ha creado para todos y ya no
somos capaces ni siquiera de custodiarnos los unos a los otros. Y cuando esta
desorientación asume las dimensiones del mundo, se llega a tragedias como esa a
la que hemos asistido”.
El Papa, explica el
historiador que dirige la Escuela de Boloña, “no pretende enseñar a
sus interlocutores cómo estar en el mundo, sino que dice cosas que tienen que
ver con el llanto y la acusación de sí. En la oración final que pronunció,
cuando pidió perdón ‘por la indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas’, por
quien ‘se encerró en el bienestar propio que lleva a la anestesia del corazón’,
por ‘los que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que
conducen a estos dramas’, Francisco indicó un papel y una función de la Iglesia
en el espacio público”.
Según Melloni, después
de Juan Pablo II, que “concebía la Iglesia como un elemento que debía demostrar la
propia fuerza en el mundo”, y después de Benedicto
XVI, “que hablaba de la
Iglesia como una pequeña y humilde comunidad, una minoría creativa, que, sin
arrogancia, ayuda al mundo a darse cuenta de sus males“, he aquí Francisco, “que nos habla de un
‘pueblo teóforo’, portador de Dios…”.
La referencia, en este
caso, indica a los habitantes de Lampedusa, que, viviendo su vida con
humanidad, han interpretado los versículos de Mateo 25:
“tuve hambre, y
ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y
me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me
vinieron a ver”.
Con estas palabras, en
la opinión del historiador italiano, el Papa Francisco, “dijo que la tarea de
la Iglesia en el espacio público no es la de manifestar su fuerza. Basta ver
qué ha sucedido en la historia del matrimonio homosexual en Francia. El hecho
de que Francisco no haya hablado de ello no significa que apruebe o que no
tenga idea de lo que sucede, ni que pretenda intermediaciones. Él propone un
enfoque completamente diferente, en el que el eje último, es la presencia de
Cristo en los pobres. Una presencia que juzga no al mundo sino a la Iglesia. Y
actuando de esta manera, el Papa lleva a cabo una operación doctrinal
prodigiosa”.
El Papa, “no dice: ‘sigan el
derecho natural y consideren, por lo menos, a Dios como una hipótesis, verán
que las cosas en la sociedad mejoran’. Dice que hay una potencia evangélica que
se manifiesta en donde no se ejerce la custodia del pobre. Y es en ese sitio en
donde la Iglesia vuelve a encontrar su sentido. El Papa va a buscar al pueblo
descrito en Mateo 25, no solo a los cristianos o a los que ayudan en cuanto
cristianos”.
Según el profesor
Melloni, sería erróneo concentrar la atención en el problema de la inmigración:
“La Iglesia es
penitente ante su Señor. El Papa reconoce que existen allá afuera, en el
tiempo, en la vida de todos los días, algunas realidades que recuerdan el
Evangelio a la misma Iglesia. Es la doctrina conciliar de los ‘signos de los
tiempos’, es decir las cosas que nos hablan del Evangelio. Personalmente,
considero que el discurso de Lampedusa es una encíclica programática del
Pontificado”.
Fuentes: Vatican Insider, Signos de estos Tiempos
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