Visión y Proposito



Nuestra visión y propósito, en perfecta obediencia al mandato de Jesús Nuestro Señor de "DISCERNIR LOS SIGNOS Y SEÑALES DE LOS TIEMPOS", es el difundir los Mensajes que para este tiempo final, Dios Padre esta recordando y explicitando a su Iglesia y al mundo a través de sus dos Ungidos y Testigos, es decir, los CORAZONES UNIDOS Y TRIUNFANTES DE JESÚS Y MARÍA, y así poder contribuir con su plan en el llamado y preparación de los DISCÍPULOS DEL FIN DE LOS TIEMPOS.


En cuanto a las Revelaciones y Profecías Privadas, que se publica en este Blog, en virtud de la derogación de los cánones 1399 y 2318 del Código de Derecho Canónico y de la vigencia del Decreto del Papa Urbano VIII, SOLO AL SANTO MAGISTERIO DE LA IGLESIA CATÓLICA, APOSTÓLICA Y ROMANA le corresponde determinar sus AUTENTICIDAD Y CARÁCTER SOBRENATURAL, a cuya decisión final dócilmente nos sometemos, sin olvidar, a San Pablo que nos exhorta: " No despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno" 1ra. de Tesalonicenses 5;20 y San Juan Evangelista que nos profetiza: " Pero cuando EL, el Espíritu de la verdad, venga, os guiará a toda la verdad,...... y os hará saber lo que habrá de venir." Jn 16;13.

Sin embargo, ya que, la Iglesia no objeta en principio el difundir estas revelaciones privadas, mientras se las estudia por su contenido y frutos, esperamos que no se las busque por la sola satisfacción de la curiosidad, sino por un deseo VERDADERO DE CONVERSIÓN Y SALVACIÓN para el Alma, traducido en la realización de obras de Misericordia Concretas.

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lunes, 29 de julio de 2013

Visión sobre el Apocalipsis: Mensajes de la Santísima Virgen al Padre Gobbi "...Han llegado mis tiempos, hijos míos predilectos; éstos son mis tiempos. Éstos son los tiempos de mi fuerte llamada. ¡Vuelve, oh humanidad alejada y pervertida. Vuelve al camino de la conversión y del encuentro con tu Señor de la salvación! Éstos son los tiempos del gran castigo. La copa de la divina Justicia está colmada, repleta y rebosante. La iniquidad cubre toda la tierra; la Iglesia está oscurecida por la extensión de la apostasía y el pecado. El Señor, para el triunfo de Su misericordia debe ahora purificarla con su fuerte acción de justicia y amor. Para vosotros se preparan las horas más dolorosas y sangrientas..."

Valdragone de San Marino, 3 de julio de 1987
Ejercicios Espirituales en forma de continuo Cenáculo.
Después de la Procesión de la tarde, mensaje dado en forma oral.

Mis tiempos han llegado
“Hijos predilectos, esta tarde ¡cuánto me habéis consolado y cuántas espinas habéis arrancado de mi Corazón dolorido!
Me habéis querido llevar en procesión y me habéis querido honrar; Yo os he sonreído.
Me habéis consolado tanto; vuestro amor es el bálsamo, que mi Hijo Jesús derrama sobre las numerosas heridas de mi Corazón Inmaculado.
Como Madre, esta tarde, deseo expresaros mi gratitud.
Muchos de vosotros habéis venido de países lejanos después de un largo viaje.
Habéis subido aquí y me habéis ofrecido el homenaje de vuestra oración, de vuestro amor filial, de vuestra fraternidad sacerdotal, de vuestra penitencia. Este calor que ha hecho un poco más pesados los Ejercicios Espirituales, lo habéis querido ofrecer con espíritu de penitencia y mortificación.
Hijos míos predilectos, me habéis consolado. Mi Corazón exulta de gozo y de ternura. Estoy agradecida a cada uno de vosotros por el bálsamo filial que habéis derramado sobre las muchas llagas de mi Corazón Inmaculado y tan dolorido.
¿Por qué, una vez más, os he llamado aquí arriba?
¿Por qué en este año mariano consagrado a Mí, os he querido en torno a mi persona, como Madre que recoge a sus hijos para haceros una recomendación que llevo muy en lo hondo de mi Corazón, una última recomendación, que os acompañe en vuestro difícil camino?
Han llegado mis tiempos, hijos míos predilectos; éstos son mis tiempos.
Por esto os llamo aquí, en un Cenáculo que nunca ha sido tan extraordinario de gracias. Éstas han descendido de mi Corazón Inmaculado para entrar en vuestros corazones y en el corazón de todos vuestros hermanos, esparcidos en todas las partes del mundo; han descendido sobre la Iglesia y sobre toda la humanidad.
¿Por qué ha querido mi Papa consagrarme este año, declarándolo un año mariano extraordinario, para invitar a toda la Iglesia a mirarme, escucharme, honrarme, a seguirme y a entrar en el refugio de mi Corazón Inmaculado?
Porque mis tiempos han llegado.
Desde este año, de una manera fuerte y oficial los tiempos de vuestra Madre Celestial comenzarán.
Éstos son los tiempos de mi fuerte llamada.
¡Vuelve, oh humanidad alejada y pervertida. Vuelve al camino de la conversión y del encuentro con tu Señor de la salvación!
Éstos son los tiempos de mi gran llamamiento, y vosotros estáis aquí porque os quiero hacer instrumentos de esta llamada mía.
Al descender de esta montaña, a todos los que halléis en todos los países a donde regreséis, debéis proclamar y difundir este mensaje mío, materno, ansioso, y urgente: –¡Volved de inmediato al Dios de la salvación y de la paz! El tiempo que se os ha concedido para vuestra conversión está a punto de terminar; los días están contados.
Caminad todos por la senda del regreso al Señor si queréis ser salvados.
Hijos predilectos, tengo necesidad de voces que difundan mi palabra, de manos que ayuden, de pies que caminen por todos los senderos del mundo.
Tengo necesidad de que mi afligido mensaje llegue de inmediato a todas las partes de la tierra. Sed vosotros mis mensajeros; anunciad por doquier mi preocupada llamada al retorno al Señor.
Éstos son los tiempos del gran castigo.
La copa de la divina Justicia está colmada, repleta y rebosante.
La iniquidad cubre toda la tierra; la Iglesia está oscurecida por la extensión de la apostasía y el pecado.
El Señor, para el triunfo de Su misericordia debe ahora purificarla con su fuerte acción de justicia y amor.
Para vosotros se preparan las horas más dolorosas y sangrientas.
Estos tiempos están más cercanos de lo que os imagináis. Ya, durante este año mariano, algunos grandes acontecimientos, de los que os predije en Fátima (...) se cumplirán. Llevad, entonces, a todos mis hijos al refugio de mi Corazón Inmaculado: llamadlos, tomadlos de la mano; no os olvidéis de ninguno.
Hijos predilectos, a lo largo de vuestro camino, mirad a los alejados, a los más pequeños, a los pobres, a los marginados, a los perseguidos, a los pecadores, a los drogadictos, a los que se han hecho víctimas del dominio de Satanás.
Yo quiero salvar a todos mis hijos.
Tengo necesidad de vosotros porque los quiero salvar a través vuestro.
En el tiempo del castigo deben ser protegidos y defendidos, ayudados y consolados.
¿Por qué no queréis secundar mi Voz que, esta tarde, os suplica que vayáis a todas partes a recoger a los más débiles, a los más pequeños, a los más frágiles, a los dolientes, a los más alejados y perdidos?
Traédmelos a todos por que los quiero a todos dentro del refugio seguro de mi Corazón Inmaculado.
Éstos son los tiempos del gran retorno.
Sí, después del momento del gran sufrimiento seguirá el momento del gran renacimiento y todo volverá a florecer.
La humanidad volverá a ser un nuevo jardín de vida y de belleza, y la Iglesia una familia iluminada por la Verdad, nutrida por la Gracia, consolada por la presencia del Espíritu Santo.
Jesús instaurará su Reino glorioso: Él estará con vosotros, y conoceréis los nuevos tiempos, la nueva era. Veréis finalmente una nueva tierra y unos nuevos cielos.
Éstos son los tiempos de la gran Misericordia.
El Padre se estremece de ardor y quiere derramar sobre esta pobre humanidad los torrentes de su amor infinito.
El Padre quiere plasmar con sus manos una nueva creación, en la que su divina impronta sea más visible, acogida, aceptada, y su Paternidad sea exaltada y glorificada por todos.
El respiro de esta nueva creación será el hálito del amor del Padre, que será glorificado por todos, mientras, por doquier, se difundirá de manera cada vez más plena, como agua que brota de un manantial vivo e inagotable, la plenitud de su divino Amor.
Y Jesús reinará: Jesús, para quien todo fue creado; Jesús, que se encarnó, que se hizo vuestro hermano, que vivió con vosotros, sufrió y murió en la Cruz para redimir a la humanidad y llevarla a una nueva creación, y para que su Reino pudiese lentamente difundirse en los corazones, en las almas, en las personas, en las familias, en toda la sociedad.
Jesús, que os ha enseñado la oración para invocar la venida del Reino de Dios sobre la tierra, verá finalmente cumplida su invocación, porque instaurará su Reino. Y la creación volverá a ser un nuevo jardín, donde Cristo será glorificado por todos, y su Divina Realeza será aceptada y exaltada: será un Reino universal de Gracia, de belleza; de armonía, de comunión, de santidad, de justicia y de paz.
La gran Misericordia llegará a vosotros como fuego abrasador de amor, y será traída por el Espíritu Santo, que os será donado por el Padre y el Hijo, para que el Padre se vea glorificado y el Señor Jesús se sienta amado por todos sus hermanos.
El Espíritu Santo descenderá como fuego, pero de diversa manera que en su primera venida: será un fuego que todo lo abrasará y transformará, que santificará y renovará la tierra desde sus mismos cimientos. Abrirá los corazones a una nueva realidad de vida y conducirá a todas las almas a una plenitud de santidad y de Gracia.
Conoceréis un amor tan grande, una santidad tan perfecta como hasta ahora nunca la habéis conocido.
El Espíritu Santo será glorificado en esto: en llevar a todos al más grande amor al Padre y al Hijo.
Éstos son los tiempos de la gran misericordia: son por tanto los tiempos del triunfo de mi Corazón Inmaculado.
Por esto, una vez más, os he querido aquí arriba.
Ahora debéis descender para ser los apóstoles de mi Mensaje.
Llevad a todas las partes de la tierra mi urgente petición de que todos se refugien en el Cenáculo de mi Corazón Inmaculado, para prepararse a vivir la esperada vigilia de los nuevos tiempos, que ya están a las puertas.
No os desalentéis por las dificultades que encontréis.
Soy vuestro auxilio.
Soy la Madre de la Consolación.
Uno a uno os acojo y con vosotros, a las almas que os han sido confiadas, a vuestros seres queridos, a las personas que amáis, a vuestros hermanos más lejanos.
No os olvidéis de ninguno; venid a Mí, juntos, porque soy la Madre de todos, y vosotros sois sólo los instrumentos, elegidos por Mí, para llevar a todos mis hijos a mi Corazón Inmaculado.
Con vuestros seres queridos, y con aquéllos que os han sido confiados, os bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” 
Comentario: 
Esto lo decía la Virgen en el año 1987 y llamaba con urgencia a la conversión. ¿Qué tendría que decir hoy Ella? Porque si en ese tiempo ya se estaba agotando el período concedido a la humanidad para su retorno a Dios, ¿cuánto tiempo nos quedará ahora?
Por eso es necesario que todos quienes recibamos este mensaje de nuestra Mamá del Cielo, lo difundamos por todas partes, para que la gente se consagre al Inmaculado Corazón de María cuanto antes, que es como la nueva Arca de salvación, ya que así como en tiempo de Noé entraban en el arca todos quienes tenían que pasar a salvo el Diluvio; así también ahora quienes quieran salvarse de los tremendos castigos que están para abatirse sobre el mundo, deben entrar lo antes posible al Corazón de María mediante el acto de consagración.
No queda mucho tiempo. No sabemos cuánto es, pero seguramente es menos que el que quedaba en 1987. Entonces secundemos los deseos de María y llevemos este mensaje y el llamado a la conversión y consagración a todas partes de la tierra, porque el tiempo a disposición no es mucho, y estamos muy cerca de los grandes acontecimientos predichos en Fátima y otros lugares.
Recordemos que Dios es infinitamente misericordioso, pero para obtener su misericordia sólo lo podemos hacer en el tiempo, ya que cuando llega la muerte, termina el tiempo de la misericordia y comienza el de la justicia.
También en el mundo está para terminar el tiempo de la Misericordia para dar paso al de la Justicia. Y no pensemos que es Dios quien castiga, sino que Él solo permitirá los castigos que se avecinan, para purificar la tierra. Los mismos hombres, unidos a Satanás, serán quienes provoquen la hecatombe. Dios sabrá encauzar el mal tan grande para sacar un bien de ello: el Reino de Dios en la tierra, la nueva creación.
Recemos mucho, especialmente el Santo Rosario, ya que con su rezo nos consagramos a María y penetramos más profundamente en el refugio seguro de su Corazón Inmaculado.

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